Los falsos polos de la moral

Las condiciones de confinamiento en el Centro Juvenil de Privación de Libertad para Varones, Etapa 2 en San José Pinula descritas la semana pasada por la jueza Verónica Galicia, son indignantes. Adolescentes confinados en espacios mínimos como si fueran celdas de castigo, drenajes colapsados, escasez de agua, promiscuidad, en fin un escenario digno de película de horror constituye la vida de estos jóvenes en conflicto con la ley.

En cierto modo, este trato degradante responde muy bien a la actitud general que condena a niñas, niños y adolescentes de escasos recursos a soportar toda clase de abusos y violación de todos sus derechos. A tal extremo llega la insensibilidad colectiva que incluso hay quienes se atreven a expresar públicamente su deseo de exterminar a estos grupos de niños y jóvenes para “sanear” a la comunidad.

Ese es uno de los rasgos más evidentes del deterioro moral en un país sin rumbo político, hundido en la corrupción, cargado de odios y resentimientos cruzados entre etnias, estratos sociales y el agravante de un premeditado abandono por parte del Estado en temas de un enorme potencial constructivo, como son la educación y la cultura. Esto, porque una sociedad educada e informada es una amenaza para los grupos de poder.

Curioso eso de la moral. Una sociedad dividida en buenos y malos sin mayores consideraciones sobre las causas que han llevado a una importante parte de la población a violar la ley. ¿Qué sucede en ese segmento mayoritariamente compuesto por jóvenes empujados por el abandono, la falta de establecimientos educativos dignos, la ausencia de políticas públicas diseñadas específicamente para atender como corresponde a esta parte de la ciudadanía? ¿En dónde está la presencia del Estado como ente rector para garantizarles la vida, la libertad, la justicia, la paz y el desarrollo integral, como lo manda la Constitución en su primer capítulo?

El Centro en referencia ha sido cerrado temporalmente con acertado criterio por la jueza Galicia, con la finalidad de remodelarlo y darle las condiciones adecuadas a sus funciones. Pero eso no resuelve todo. También están los “Hogares Seguros” bajo la supervisión del Estado, en donde se supone se refugia a niñas, niños y adolescentes sin deudas con la ley, sino vulnerados en sus derechos.

Si la juventud pierde el norte, hay que ofrecerle una brújula.

Desde uno de estos hogares ha desaparecido un centenar de niñas, hecho deslizado sin mayor impacto a través de las redes sociales y las páginas de los medios. Quizá porque estas niñas no son “buenas” desde la perspectiva de una sociedad indiferente a su suerte. Ellas no pertenecen a la sociedad. Para quienes las perciben como una amenaza potencial, son “prescindibles”. Entonces, para ellas no hay voces elevándose en protesta por su vida de miseria y agresiones. Para ellas, en realidad, el futuro es un espacio en blanco el cual quizá nunca alcancen a disfrutar.

Pero entonces ¿quiénes gobernarán cuando las generaciones actuales se retiren? ¿Quiénes llevarán con su productividad el peso de la carga que representan las generaciones pasivas? No parece ser una preocupación –dejando de lado los sentimientos y las consideraciones puramente humanas- el hecho de estar deslizándose hacia una situación de desequilibrio económico y social de enormes proporciones, próxima a reventar mientras quienes dirigen los destinos se ocupan de competir entre pares para monopolizar el poder.

Esta juventud abandonada es el futuro de la nación, les guste o no. Para ellos la prioridad es sobrevivir en un contexto que les resulta tan ajeno como indiferente. Mientras, se les exije una conducta moral que sus mayores no poseen.

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Pantalón de lona, sudadero gris

Una nota publicada por el Departamento de Estado en su página web, señala a Guatemala como fuente, tránsito y destino de hombres, mujeres y niños sujetos de trata para fines sexuales o de trabajo forzado. Mujeres, niñas y niños –señala la nota- son explotados dentro del territorio, en México, Estados Unidos, Belice y otros países. Esto viene a colación por la extraña desaparición de niñas desde uno de los Hogares Seguros dependientes de la Secretaría de Bienestar Social de la Presidencia.

De acuerdo con investigaciones realizadas por algunos medios y el reporte de Alerta Alba Keneth, cientos son las niñas y adolescentes cuyo paradero se desconoce. Años han transcurrido desde las primeras denuncias y al parecer las autoridades esperan un milagro de la Virgen de la Asunción, bajo cuyo nombre se fundó uno de estos refugios, desde el cual se ha producido la mayoría de supuestas fugas.

Los Hogares Seguros, de acuerdo con la página de la SBS, fueron creados para brindar protección residencial temporal a los niños, niñas y adolescentes comprendidos entre 0 y 18 años, separados de sus padres o tutores como consecuencia de la vulneración de sus derechos. También afirman disponer de un equipo multidisciplinario para brindar atención integral y terapias especializadas, individuales o de grupo.

Investigaciones efectuadas por organismos locales e internacionales, entre ellas el Informe de Desarrollo Humano para Guatemala, han evidenciado la atroz situación en la cual vive la mayor parte de la niñez y adolescencia. Privadas del ejercicio de sus derechos a la salud, alimentación, educación, recreación y respeto por su integridad física y emocional, las nuevas generaciones solo tienen la opción de sobrevivir al abuso.

Si se echa una mirada a las dependencias estatales y a sus reducidas capacidades de gestión, se comprende mejor por qué los niños y niñas de este Hogar Seguro duermen hacinados en el suelo, se alimentan a medias y algunos escapan de esa situación degradante. Pero eso no explica la repentina desaparición de 31 niñas entre el 28 y 29 de septiembre, sumadas a las 99 registradas hasta ese momento, de acuerdo con una nota de Mariela Castañón, quien ha seguido de cerca estos casos.

El parte policial es escueto, como la mayoría de documentos destinados a dejar constancia de asaltos, secuestros, asesinatos, violaciones o desapariciones, hechos criminales tan variados como perversos y frecuentes. Las niñas vestían pantalón de lona y sudadero gris. Únicos datos, subraya el parte. Sus edades, concentradas en un rango entre 14 y 16 años.

En un país señalado a nivel internacional como uno de los más violentos del mundo y en donde el negocio de la trata mantiene a la población en estado de máxima alerta, las desapariciones de niñas y niños alcanzan cifras de horror. Si una institución del Estado rescata a los menores de hogares desintegrados o en donde se practica toda clase de abusos, si los recoge en la calle para darles la oportunidad de rehacer su vida, si ha sido creado para los fines impresos en su misión, es inconcebible la pasividad con la cual observa el fenómeno.

El Procurador General de la Nación, por su parte, tiene a cargo la Procuraduría de la Niñez y Adolescencia, las Alertas Alba Keneth, protección de los derechos de la familia y de la mujer. Esta entidad, así como también la del Procurador de los Derechos Humanos, deberían haberse pronunciado sobre este asunto de la mayor gravedad y actuar con la prontitud debida. Adicionalmente, es preciso señalar la indiferencia general de una ciudadanía acostumbrada a ver pasar el desfile desde las tribunas.

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Desde un planeta lejano

Algo muy malo sucede cuando se pierde de vista el imperio de la justicia, transformándose los derechos humanos en un concepto relativo y perdiendo su carácter absoluto. Es entonces cuando se aplican normas diseñadas a la medida de intereses y percepciones arbitrarias. El ser humano no parece haber aprendido la lección: la imposición violenta de las creencias de uno por sobre los demás jamás será el camino para gozar de libertades básicas y, a partir de ahí, garantizar una relación de respeto para vivir en paz.

Los derechos fundamentales definidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948) a estas alturas de la Historia son ignorados por la mayoría de los habitantes del planeta y, más grave aún, violados por la mayoría de Estados a través de gobiernos corruptos, dictatoriales, orientados a satisfacer demandas de centros de poder político y económico. De ahí los reclamos de independencia y autonomía de gobiernos en vías de desarrollo chocan con la realidad abrumadora de compromisos contraídos con otros más poderosos, desde cuyas capitales se decide la vida (y la muerte) del planeta.

El respeto por la vida es uno de esos derechos fundamentales sistemáticamente violados en un afán de supremacía de unos por sobre otros, o por grupos fundamentalistas cuyas doctrinas se imponen por la fuerza sobre población sujeta a la voluntad de quienes deciden sobre su destino. Pero también los violan, por apatía, quienes no los defienden.

Eso sucede cuando la sociedad no reacciona contra quienes los cometen desde sus posiciones de privilegio, y acepta con pasiva indiferencia la realidad del hambre y la miseria extrema como si fuera una maldición bíblica. También cuando los 15 o 20 casos diarios de asesinatos y desapariciones de niñas, niños y jóvenes se reducen a una nota de prensa leída sin perder el apetito. Resulta entonces imperativo comprender que hay problemas, y muy serios.

La sociedad vive momentos de extrema gravedad. Por un lado está la acumulación de tensión social provocada por las injusticias de un sistema inoperante, por otro una especie de parálisis ciudadana inducida por un manejo perverso del derecho a manifestación sin temor a represalias. Pero también hay contradicciones en el sentir ciudadano y estas se plantean de la manera más cruda en las frecuentes demandas por la aplicación de la pena de muerte contra jóvenes organizados en maras y exigiendo procesar como adultos a niños delincuentes.

Lo contradictorio en este caso es cierto afán de pasar por alto la causa primaria de esa violencia y de cómo estas organizaciones criminales tan odiadas por la sociedad han logrado establecerse y crecer. Ese fenómeno -causante de muerte, dolor, pérdida económica y miedo entre la ciudadanía- se debe en gran parte al abandono de la niñez y la juventud. Estos sectores vulnerables e indefensos han sido privados -a nivel masivo- de una educación completa y de calidad, pero también han sido reducidos a sobrevivir en una estrechez cuyas repercusiones en salud y desarrollo físico y mental les han arrebatado toda posibilidad de vivir con plenitud.

¿En dónde reside el origen de esa pérdida de orientación que induce a castigar al ya condenado desde su nacimiento, en lugar de aplicar la solución desde el germen mismo del fenómeno? La niñez no solo necesita atención integral ¡tiene derecho a ella desde el texto mismo de la Constitución! La manera más inteligente de reducir la violencia es dándole lo que por derecho le pertenece: educación, alimentación, salud y recreación. En pocas palabras, un trato digno desde su llegada al mundo.

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Blog de la autora: http://www.carolinavasquezaraya.com

 

Una realidad fragmentada

La semana pasada se dió a conocer el Informe de Desarrollo Humano para Guatemala, Más allá del conflicto, luchas por el bienestar, correspondiente al período 2015-2016, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD. En este retrato de la realidad nacional quedó patente el fracaso político y la falta de ética en el desempeño de quienes han mantenido al país estancado en su desarrollo durante los últimos 10 años, a pesar de estadísticas positivas en cuanto a crecimiento y estabilidad económica.

Esto último tiene una lectura bastante reveladora de la ampliación de la brecha entre quienes usufructúan de la riqueza nacional por un lado, mientras por el otro están las grandes mayorías sometidas a una reducción progresiva y constante de sus medios de subsistencia. Las cifras son reveladoras: el 73 por ciento de los guatemaltecos no gana lo suficiente para cubrir los gastos mínimos; y una tercera parte ni siquiera tiene lo necesario para comprar alimentos.

Dadas las condiciones marcadas por un sistema histórico de privilegios, es fácil deducir en dónde residen las mayores desigualdades. Una vez más, el Informe subraya con énfasis la urgencia de poner la mayor atención en la población indígena y rural, así como en los sectores de mujeres y niñez, en donde las privaciones se instalan como parte de un orden de cosas institucionalizado e inamovible.

Las precariedades que afectan a 8 de cada 10 guatemaltecos y la desnutrición crónica presente en la mitad de su población infantil, colocan al país en un cuadro de honor entre los más desiguales de América Latina y el mundo. Si a ello se añade que es una de las naciones de mayor estabilidad económica, cualquier análisis arroja los mismos resultados: corrupción, clientelismo, sistema feudal de tenencia de la tierra, uso privilegiado de los recursos naturales, racismo, machismo, tráfico de influencias y, encima de todo ese cuadro, una impunidad rampante.

La manera como se ha administrado el patrimonio ha ocasionado un desgaste institucional tan profundo, como para frenar el desarrollo nacional por toda una década. El sociólogo Edelberto Torres Rivas, uno de los autores del Informe, señala que Guatemala no ha cambiado en los últimos 100 años. Quizá sí ha habido algún proceso de transformación, pero reducido a una mayor sofisticación en los mecanismos de cooptación de un Estado cada vez más débil y desprestigiado.

El costo del estancamiento en el desarrollo de Guatemala no se puede calcular solamente en términos económicos. Ha habido miles de vidas perdidas por el hambre, la desnutrición aguda, la violencia homicida, la degradación institucional y las deficiencias en la atención de los temas más urgentes. Entre ellos, la infraestructura vial, sanitaria, escolar y la ausencia de Estado en muchas comunidades del interior del país.

No es aceptable un sistema adverso al desarrollo de niñas, niños y jóvenes, mientras es proclive a admitir como normales los actos de corrupción y el negocio de la trata de personas en la mayor parte del territorio. No es aceptable la falta de seguridad para la niñez al punto que cientos de menores desaparecen en el trayecto de su hogar a la escuela o a la tienda de la esquina para ser vendidos en los prostíbulos o “exportados” para explotación laboral.

El Informe de Desarrollo Humano es un fuerte llamado de atención a las clases dominantes de Guatemala para advertir de los peligros inherentes al sistema actual. En el documento se percibe una oportunidad, pero para hacerla realidad es preciso aceptar la necesidad del cambio. Uno verdadero, uno generacional, uno de chapines de buena voluntad, capaces de producir el milagro.

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Las lecciones de las elecciones

Hay mucho que aprender del proceso electoral de Estados Unidos.

Estados Unidos es, sin duda, la mayor potencia mundial. En su historia política los intereses de las cúpulas económicas han marcado el tono de sus incursiones bélicas, sus tratados comerciales, las prioridades de su política exterior y la manera como es percibido desde los países pertenecientes a su círculo de influencia. Las elecciones presidenciales son, por lo tanto, observadas con atención desde todos los rincones de la Tierra.

Con una ciudadanía decantada hacia las dos fuerzas políticas más importantes, los partidos Republicano y Demócrata, los procesos electorales oscilan entre ambas tendencias dejando muy poco espacio a otras fuerzas ideológicas, monopolizando así el máximo poder. Visto desde la distancia, especialmente desde un país cuyas estructuras partidistas duran un suspiro y se reproducen como las amebas, de un proceso al siguiente sin echar raíces, el fenómeno del país del Norte resulta interesante y ejemplificador.

Uno de los aspectos más relevantes de las elecciones actuales en Estados Unidos ha sido el apoyo masivo brindado por los jóvenes a un candidato, Bernie Sanders, capaz de romper con estereotipos y hablar claramente sobre los grandes vicios del sistema capitalista y la influencia de los grandes consorcios en una decisión tan importante como es la elección de sus máximas autoridades. Aun cuando resulta obvia la infiltración de los intereses corporativos en todo el entramado político de Estados Unidos, no son muchos los candidatos capaces de oponerse públicamente a sus posibles financistas de campaña.

Sanders no logró la nominación, pero el germen de su mensaje permaneció vigente en una gran parte de la población, los llamados millenials, quienes traen una visión más afinada sobre el futuro, pero sobre todo una mayor voluntad de participación que la manifestada por los jóvenes de generaciones anteriores.

Para quienes no conocen el término, se denomina millenials o “generación Y” a la nacida en las últimas décadas del siglo pasado. Son jóvenes inmersos desde su nacimiento en el mundo tecnológico y por consiguiente, mucho más informados y activos que sus antecesores. Esa es una de las lecciones más interesantes del proceso en mención, porque nuestros países también traen una ola de nuevos ciudadanos cuya experiencia de vida les ha forzado a incorporarse de manera más decidida en el destino de sus naciones, lo cual finalmente es su propio destino.

Otra de las lecciones de las elecciones a celebrarse en noviembre es un fenómeno cada vez más sorprendente, expresado en el apoyo masivo a un candidato cuyas principales características son la improvisación, el total desconocimiento de la política internacional –incluyendo la agenda de su propio país- el desprecio por el sector femenino de la ciudadanía, la xenofobia y la carencia de un plan de gobierno.

Para algunos países de nuestra región eso no sería novedad, porque se han visto casos parecidos, pero para una potencia tan importante es una ruta peligrosa, tomando en cuenta que los inicios de la campaña ofrecían opciones mucho más adecuadas y razonables de elección. Esto ha generado divisiones en su propio partido, por ser el candidato menos apropiado en la historia política de ese país.

Merecedor de análisis es cómo su estrategia de infundir temor entre sus seguidores y sus reiteradas promesas de encerrar a su país entre muros para contener a la inmigración, hayan podido prender en un sector tan importante de votantes. Eso indica que la xenofobia y el racismo siguen prendidos como lapas en la idiosincracia de muchos estadounidenses. Una obvia contradicción para el país más diverso del planeta.

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@carvasar