Recibí una carta…

…que quiero compartir con ustedes. Es de la doctora Karin Codoñer y su manera de describir su Guatemala es un retrato del proceso de degradación que ha sufrido este hermoso país durante los últimos 30 o más años. Es una visión muy personal de una mujer como miles, con una familia y un entorno social con el cual muchos se sentirán identificados. Quizás su percepción no coincida con la de todos, pero es eso: su propia percepción. Los dejo con ella:

Cómo es Guatemala
La Guatemala en la que nací, era una casa con patio enorme, llena de primos con quien jugar, una prima que me pellizcaba, un hermano que me daba tirones de pelo, dos hermanos mayores a quienes perseguir para que jugaran conmigo y buenos recuerdos en blanco y negro, a los que solo le importaban la piñata de colores del cumpleaños o los helados con barquillo.
La Guatemala en la que fui una pequeña niña me daba un Universo de esperanza y en mis ojos inocentes me permitía creer, cuando jugaba trastecitos, que algún día tendría mi propia familia y ¿por qué no? mi propio negocio.
La Guatemala en la que estudié mis primeros años, me permitió correr con botas de hule entre los charcos de agua, regresando a pie del colegio. Si, también jugué con barquitos de papel con mi hermano, viendo ese barco lleno de ilusiones irse por el tragante como presagio de lo que como adultos nos tocaría vivir. Un grito de mi abuela nos regresaba a la realidad y después de la regañada por el uniforme mojado, éramos obligados a bañar nuestra alegría con reconfortante agua caliente y después de “una buena bañada”, según mi abuela, salir a tomar tremendo vaso de leche con café y sentir en cada espacio de la membrana olfatoria, aquel olor a tierra mojada, limpia como nuestras esperanzas.
La Guatemala en la que fui niña, me permitió recorrer en bicicleta “californiana” las calles y cuando estábamos cansados, siempre con mi hermano y compinche, detenernos en la tienda de la callecita a tomarnos medio litro de leche. La leche tan blanca como la inocencia que llenaba nuestras pequeñas almas. La Guatemala en la que crecí fue el aserrín con colores del Nacimiento, ir a jugar a las Posadas mientras las señoras rezaban y tener la felicidad de ver salir el sol en Navidad, jugando con nuestros amigos de la cuadra porque sabíamos que “nuestra calle” era  un lugar seguro.
La Guatemala en la que se estaba terminando mi niñez, escuchaba por radio que la gente se moría, y salió a recibir con gracia una lluvia de papeles que caían desde una avioneta que preocupaba a los adultos pero que para nosotros era un reto llevar a escondidas un trozo de “propaganda” a casa. Esa Guatemala me despertó y me arrebató mi niñez un día, porque entre la gente que moría, quedaba asesinado mi padre, con más de  25 balazos, más aún que los que perforaron a Facundo Cabral. No, no era un cantautor renombrado, pero si era esposo, hijo, hermano y padre de cuatro hijos. Español de origen, adoptado verdadero de Guatemala porque fue de sus primeros hijos en traer una Medalla Olímpica…había sido Míster Guatemala, pero la Guatemala en donde crecí no tiene memoria.
Aún así, la Guatemala en la que me hice adolescente, me permitió ir a la Universidad en camioneta (bus), estudiar sin que me robaran y tratando de reparar con la aguja y el hilo de la fuerza y el coraje, la orfandad que no pedí. Buscar hacer las cosas bien, porque mi país crecía.
En esa Guatemala, fuimos a la sexta y tomamos horchata en el “Café París” o nos compraron botellitas de miel para endulzarnos el alma nuestras abuelas. En esa Guatemala mi mamá y mi abuela trabajaron hasta muy tarde, para sacar adelante a los “cuatro talentos” que todo el mundo decía que éramos. En ese momento, el talento nos servía para patinar en cuatro ruedas por toda la avenida, recogiendo amigos en cada casa, sin más temor que darnos un buen “sentón”.
En la Guatemala en la que crecí, murieron muchos guerrilleros y soldados, como nosotros no éramos ni el uno ni el otro, pudimos jugar en la calle, ir al cine de noche, visitar sagrarios en Semana Santa y por supuesto, ya jovencitos hacer alfombras de aserrín hasta que el sol nos recordó la hora que era pero “eran para el Papa y éramos patojos del Movimiento Católico”, así que la noche y la madrugada nos acogió en una Guatemala sin detonaciones a lo lejos.
En la Guatemala que me hice joven, un cadáver en la calle era inconcebible y si llegaba a aparecer, era noticia durante varias semanas y claro, era la Guatemala de los dictadores y así como mataron ideales, también crearon los tribunales en los que una capucha negra cubría la “seguridad” del juez y se fusilaron muchos hombres por asaltantes, asesinos y violadores. ¿El inicio de la impunidad? Dejo el alegato para los políticos, pero a mí no me asaltaron en la calle, cada quién saque sus propias conclusiones.
Han pasado muchos años, y la Guatemala de mi adultez, fue la de los Acuerdos de Paz, la “era de Gloria” venía para Guatemala. Se convirtió en la Guatemala sin bases militares, con Magistrados de “Conciencia” (¿Quién carajos les dio ese nombre?) y por supuesto  Tribunal Supremo Electoral y  para que se queden con la boca abierta: ¡Una Corte de Constitucionalidad! Y Guatemala entró en la era “democrática”, pujante y moderna…A finales del Siglo XX.
La Guatemala en la que eduqué a mis hijos, se ha desensibilizado. Un cadáver no es noticia porque hay 20 diarios. Asesinan a un político, a un empresario importante y se mueven los Comités de Ciudadanos por un mes hasta la próxima Copa de futbol. Claro, se decapita a 20 personas, pero “como son campesinos”, no son noticia ni le da vergüenza a la nación como el día de hoy. Esos padres fueron decapitados en frente de sus hijos y es aberrante que no haya sensibilidad ante eso, pero los narcotraficantes, financistas de campañas, ya hicieron de la frontera su territorio y se nos ha olvidado cantar con el alma:” Si mañana tu suelo sagrado lo amenaza invasión extranjera, libre al viento tu hermosa bandera a vencer o a morir llamará”… Y ¿Cómo lo vamos a cantar con el alma si ya no se les enseña a los niños?
Hoy tenemos la terrible vergüenza de haber sido el último cielo que vieron los ojos de un trovador de la paz extranjero, que solo nos trajo amor en sus canciones y nos hacía temblar con sus frases con acento gaucho, y lo más difícil de todo es que es la Guatemala que no va a hacer nada porque está en manos de los anencéfalos políticos de mi generación.
Guatemala no somos los asesinos cobardes, iletrados haraganes, que ven más fácil ganarse el pan con una pistola que estudiando en la Universidad que tiene un costo de menos de 300 quetzales al año. No somos los políticos farsantes que quieren dirigir nuestra seguridad mientras tienen a su familia viviendo en Miami. No somos los oportunistas muertos de hambre que nunca en su vida pudieron comprar una horchata por su trabajo y ahora desperdician en esas bocas incultas que solo saben ordenar muerte, un Ribera del Duero. No somos el discursito ni la demagogia, no somos los más ricos a quienes no les importa a quién asesinen porque están exentos de impuestos y se trasladan en helicóptero.
Guatemala es una serie de personas buenas, educadas, trabajadoras, que están educando a sus hijos con el temor de no verlos regresar un día. Si, en este país hay gente buena pero no para pelearse por un estúpido dominio de losbuenosomosmas.com. O querer poner cómo marca registrada de un partido el lema “Dios, Patria y Libertad” (Me da vergüenza ajena tanta ignorancia, disculpen hermanos dominicanos). Habemos gente buena y valerosa que estamos de rodillas y que estamos siendo llevados como “corderos al matadero”, sin pronunciarnos ante tanta impunidad.
La Guatemala en la que me eduqué, me enseño a declarar mi sentimiento de impotencia y en heredarles a mis hijos la educación necesaria para que no sean corderos.
Así como yo, somos miles, sometidos por una minoría. Una minoría que está estafando los sueños de mis hijos y los suyos. Que les está robando la inocencia y enseñándoles que un cadáver en el asfalto en un estorbo para el tráfico. ¡Tengo un nudo en la garganta, un Cancerbero en el alma y un trombo en el corazón!
No conozco  políticos. Si sé que en el Facebook de uno de los candidatos a la Presidencia,  escribí que le hacía gratis un Plan De Marketing Estratégico para llegarle al corazón de los votantes y cambiar el destino del país, y un Plan para sacar a la niñez de las calles porque en un semáforo se nos acercaron, son pequeñas sombras, más sombras que niños y mi hijo de 16 años me dijo ¿Mama qué puede hacer uno para qué esto no pase? Y me da vergüenza que él me mire no hacer nada  y los brillantes asesores, que abren esas páginas para “comunicarse con el pueblo, no leen los comentarios, ni para darles un “like”.
Escribo porque la prosa es mi desahogo y porque en mi red hay extranjeros (Perdón de corazón amigos argentinos) y queridos amigos: Guatemala no es solamente la barbarie que han visto en este día aciago en las noticias. Yo por mi parte voy a defender a mi familia. Les enseño a mis hijos que morir asesinado no es la norma, que deben educarse y ¿Porqué no? Su generación rescatar al país de las calles bañadas con sangre y  rescatar  el cielo azul que vieron los ojos de Facundo Cabral por última vez…Es tu enseña pedazo de cielo en que prende una nube su albura, y ¡ay! de aquel que con ciega locura sus colores pretenda manchar. Pues tus hijos valientes y altivos, que veneran la paz cual presea, nunca esquivan la ruda pelea si defienden su tierra y su hogar”.
Karin Codoñer

Los monstruos interiores

Publicado el 30/07/2011

El debate ideológico debería prevalecer por encima de insultos y descalificaciones. 
Esta campaña proselitista se ha caracterizado por el machismo, el fundamentalismo religioso, la descalificación, el insulto racista y una agresividad enfocada en las diferencias entre uno y otro contendiente. En lugar de haberse convertido en un foro multiétnico, multicultural, pluralista e incluyente, es una arena en donde se hace gala de la peor batería de ofensas.

Sin embargo, hay una persona que se ha llevado la peor parte en este intercambio de malas vibras. Ella es Sandra Torres, candidata por el partido oficial, en quien se ha concentrado un inusual torrente de insultos en la escala completa de tonos, desde lo más ofensivo y sexista hasta el comentario velado destinado a destacar su extracción de clase popular como uno de sus peores defectos.

Es indudable que la señora Torres ha cometido casi todos los errores del catálogo: ha actuado con arrogancia, ha intentado concentrar el poder del Ejecutivo sin tener las credenciales para ello, ha demostrado inconsistencia entre su discurso y su actuar al rebajar los valores familiares a un asunto de conveniencia política y, aun divorciada del actual Presidente, utiliza los recursos del Estado en su campaña proselitista.

Por otro lado, ha demostrado mucha más capacidad intelectual y de trabajo que su ex marido, ha implementado programas interesantes que han tenido éxito en otros países del continente y ha sabido rodearse de un puñado de incondicionales, habilidad que la mayoría de sus colegas políticos envidian en silencio.

Es decir, son muchos los argumentos de peso que podrían dar a sus oponentes las herramientas para combatirla con armas más inteligentes. Sin embargo, el recurso del insulto parece haber tenido más arraigo entre los partidarios de otras opciones. La han llamado de todo, desde prostituta hasta arrimada, shuma y ordinaria. En ningún momento se ha visto un giro en esta degradante manera de oponerse a sus ambiciones, que no sea con epítetos ofensivos. Y esto, de algún modo, ha marcado el tono de la campaña retratando a una buena parte de la ciudadanía urbana y de clase media como una masa inculta, incapaz de entablar un debate de altura.

En el fondo, parece ser que el fantasma de la Navidad pasada tendría mucho trabajo si se pusiera a recordar a quienes alebrestan a sus huestes sobre sus propias fallas, errores, violaciones a la ley y otras minucias que podrían ponerlos en su lugar. Toda sociedad tiene sus fallas, pero aquí el deporte nacional parece ser escupir al cielo y esperar a que caiga en el terreno del vecino. Los ataques en contra de Sandra Torres deben evolucionar hacia una oposición racional, meditada e inteligente. Al final de cuentas, si participa o no, es algo que no se va a dilucidar con la lapidación verbal, recurso nada constructivo en una sociedad democrática.

De versos y de luces

Publicado el 25/07/2011

Entre la injusticia, la impunidad y la corrupción, un rayo de luz.
Entró erguida y segura con su melena negra, la sonrisa en los labios y la mirada alerta. Es una tarde en la Feria del Libro para presentar Fragile come l’Amore, traducción al italiano del más reciente poemario de Luz Méndez De la Vega, una de las literatas más asombrosas del firmamento cultural hispanohablante.

El poemario está dedicado a Pablo Neruda y me habían pedido –quizás también por ser chilena- hablar sobre el lado feminista de Luz. Tras pensar en la tarea y revisar su extensa hoja de vida, decidí comenzar con un trozo de su monólogo Aquel vestido de terciopelo y encaje cuyo contenido es hoy tan actual como cuando ella lo vivió:

“Y así, empezó a asfixiarme la corona de la virtud y del pecado. Sobre todo cuando las tías influyeron en mamá, para que me enviara a un colegio de monjas. Fue esa la prisión más dura que una niña puede soportar. Porque yo de apenas nueve años, estaba enteramente en sus manos.(…) en sus castigos de encierro a oscuras en un cuarto, con miedo a ratas y arañas.(…) a sólo pan y agua y sin que mis compañeras tuvieran permiso de hablarme.”

¿Sería entonces cuando Luz se volvió feminisa, libertaria y defensora de los derechos humanos o simplemente traía el gen? Difícil saberlo, sobre todo desde la perspectiva actual de su obra poética, una de las joyas brillantes de la literatura guatemalteca.

Luz ha escrito mucho y lo ha hecho bien. Ha trazado una ruta coherente, dibujando la línea de su pensamiento de manera magistral, y lo ha hecho con palabras. Algunas veces en versos y otras en una prosa sugerente y bien estructurada, pero también en artículos de opinión y en sus cátedras, desde los cuales ha mantenido la posición definida de su espíritu rebelde y combativo. A lo largo de su carrera, han sido su convicción feminista y su sensibilidad humana las piedras angulares de su actitud frente a la vida.

Independiente a secas. Ni mucho ni poco, simplemente con la independencia como un valor absoluto, Luz Méndez De la Vega ha demostrado su enorme valor al enfrentar con esa espada en mano y amparada tras el escudo de su intelecto, un mundo lleno de recelos y plagado de prejuicios sexistas, en una época y un país poco proclives a reconocer los derechos de la mujer.

Ser feminista en Guatemala a mediados del siglo pasado no estaba de moda. De hecho, debió verse como una violación a las normas sociales y, peor aún, morales de la época. Lo que hoy consideramos derechos, en esos tiempos eran trasgresiones y Luz desafió de frente a una sociedad pacata y represiva.

Tal como afirmé el año pasado en un acto similar, no debemos voltear la página sin subrayar la trascendencia de la vida, la obra, la relevancia del legado y la profundidad de la huella de Luz en este mundo de tantas contradicciones.

¿Cómo decía? Impuni…¿qué?

Publicado el 23/07/2011

La experiencia de los ciudadanos es más determinante que la sensibilidad de los jueces.
Los jueces cometieron un error de cálculo al reaccionar con el hígado a los señalamientos del titular de la Cicig respecto de la corrupción en el sistema de justicia, una de las principales causas del debilitamiento del estado de Derecho en Guatemala.

Dall’Anese no tuvo que mover ni un dedo para recibir una avalancha de muestras de respaldo. En este escabroso tema, no solo las organizaciones civiles, también los ciudadanos comunes tienen suficientes evidencias de vicios y actos anómalos en los procesos como para unir su voz en la demanda de depuración del organismo judicial.

La trascendencia de los casos que se ventilan en los tribunales, entre los cuales están algunos de los de mayor impacto, amerita un tratamiento serio de las dudas generales respecto de la imparcialidad de las sentencias y la honorabilidad de los funcionarios a cargo. Para nadie es un secreto la manera como se conducen algunos profesionales del Derecho cuando acuden a la torre de tribunales: se quitan el Rolex y lo introducen en el bolsillo para no arriesgarse a perderlo o, en el mejor de los casos, para usarlo en la negociación de ciertos privilegios. Y no es un tema oculto sino, aún peor, es motivo de broma entre colegas.

En este escenario, es evidente que quienes ejercen su profesión de manera recta y dentro del marco de la ley, están en enorme desventaja. Y lo mismo aplica a jueces cuyo comportamiento es transparente y apegado a las normas jurídicas, por encontrarse rodeados de una cadena de actos irregulares que desvirtúan su propio actuar. Por lo tanto, no se trata de despotricar contra los señalamientos de un funcionario internacional cuyo mandato es, precisamente, desarticular los mecanismos de la impunidad, sino sumarse a los esfuerzos por acabar con este estado de cosas y consolidar el imperio de la ley.

En las condiciones actuales de impunidad –recuerden, señores jueces, que se eleva a más del 85 por ciento de los casos- es muy fácil señalar a otros. Pero ese es el camino más directo hacia el estancamiento y la pérdida de terreno frente a organizaciones criminales muy eficaces en el trabajo de socavar los cimientos de la Nación.

Si lo que necesita esta joven democracia es reforzar su estado de Derecho, el primer paso es depurar el sistema de administración de justicia en todas sus instancias. Para ello, no se trata solamente de revisar expedientes y señalar a determinados jueces, sino también reestructurar a la Policía Nacional Civil, capacitar y dar apoyo logístico a los fiscales del Ministerio Público y de ese modo facilitar la impartición de justicia sobre bases más sólidas. Las expresiones destempladas y las demostraciones de honor mancillado están, en este contexto, completamente demás.

Hace cuatro años, tal como hoy

Publiqué esta columna en agosto de 2007, para la campaña pasada, y sigue siendo actual. Por lo general, detesto volver sobre temas ya publicados, pero esto resulta muy interesante:

El quinto patio

Niños y candidatos

Otro eslabón de una interminable cadena de políticos ávidos de alimentar sus ambiciones con las terribles carencias de la gente. 

Hay temas que jamás se tocan en una campaña y otros que, si los políticos tuvieran una pizca de vergüenza, jamás deberían abordar si no tienen la voluntad de trabajar en ellos una vez asumido el cargo. Uno de éstos es el de la infraestructura escolar y de salud.

Apenas ayer, escondido entre cientos de mensajes-basura que entran a mi correo electrónico, llegó uno que reproducía noticias del interior del país. En él se menciona específicamente el lamentable estado de algunas escuelas como la de San Juan Atitán, Huehuetenango, la cual se encuentra a punto de colapsar por el deterioro ocasionado por las lluvias, más una falla en el terreno donde se encuentra. De ahí, dicen, evacuaron a más de 500 alumnos.

Y continúa la nota describiendo el desastre de otros establecimientos escolares a punto de hundirse bajo el peso de sus paredes húmedas, sus grietas nunca reparadas, la desidia de los gobiernos que se alternan en el poder que sólo dan más a quienes más tienen, olvidando que el piso se les hundirá –igual que las escuelas- por la peligrosa presión de la injusticia social.

Los candidatos no parecen darse cuenta del impacto negativo que causa su actitud triunfalista, sus besos en las mejillas de niños hambrientos, las palmadas en la espalda de los caciques de pueblo y sus caminatas blindadas de guardaespaldas armados hasta los dientes, mientras se caen las escuelas.

Todos los presidentes de los últimos veinte años han pasado por lo mismo y ninguno, ni siquiera aquellos aparentemente comprometidos con el rescate de la patria y las obras sociales, los derechos humanos o la lucha por consolidar la tan manoseada y nunca vista democracia, han movido un dedo por cambiar de raíz la miseria en la cual se desenvuelve el trabajo de los maestros y donde mueren las esperanzas de miles de niños.

Sin embargo, han cerrado los ojos cuando sus huestes vacían las arcas nacionales, han autorizado transferencias obscenas de dinero a un ejército cuya razón de existir es un tema pendiente de discusión nacional, voltean la cara para no comprometer su lealtad hacia una clase poderosa que continúa evadiendo impuestos, pero niegan recursos a los programas de salud sexual y reproductiva, a los planes de construcción y reparación de escuelas y de centros de salud, así como a todo aquello que represente un paso adelante en el desarrollo general de la nación.

Por eso es repugnante verlos repartiendo besos a diestra y siniestra. Porque es una escena repetida, absurda y barata, ofensiva para quienes, como esos niños de San Juan Atitán, Huehuetenango, perderán su escuela y se quedarán sin nada.

Justicia sin fronteras

Publicado el 18/07/2011
El temor de juzgar en Guatemala casos de alto impacto es una realidad justificada. 
Las dudas expresadas por el titular de la Cicig respecto de las limitaciones del sistema de administración de justicia para juzgar a Carlos Vielmann y garantizar su seguridad no deberían extrañar a nadie, dadas sus evidentes debilidades.

Guatemala, sin embargo, no es una excepción. Todos los países en donde se consolidan círculos de poder cuya fuerza es capaz de torcer cualquier fortaleza institucional, están en enorme desventaja a la hora de imponer justicia o de hacer respetar las leyes. No digamos cuando se trata de sentar un precedente histórico al hacer valer la soberanía de la ley sobre una persona influyente y poderosa como el ex ministro de Gobernación o, en el caso de Portillo, sobre un ex presidente de la República.

Guatemala ha estado desde hace varios años en el vértice de la ola en temas como la corrupción, la falta de transparencia, el abuso de poder y la violencia institucionalizada, tanto desde las organizaciones criminales como desde el interior del Estado. Por lo tanto, la posibilidad de que sus instituciones del sector justicia puedan hacer valer la ley de una manera imparcial es muy relativa y provoca serios cuestionamientos.

El presidente del organismo judicial, por lo tanto, está en una posición muy difícil tratando de justificar la decisión de la jueza Carol Patricia Flores de solicitar a España la extradición de Carlos Vielmann, en un contexto de dudas sobre la pertinencia de esa decisión. Por un lado, descalificar a sus jueces sería como confesar que no hace bien su trabajo y, por otro, quien le hace estos señalamientos es un organismo internacional cuyo desempeño ha sido controversial y no siempre bien visto por los funcionarios locales.

Sin embargo, la jefa del Ministerio Público no opina igual. Para la doctora Paz y Paz la extradición de Vielmann es inconveniente por no existir en el país las condiciones que garanticen la integridad física y el acceso a la justicia para el acusado, debido a la existencia de cuerpos clandestinos y aparatos de seguridad, una realidad que ni siquiera el presidente de la CSJ puede poner en duda.

La situación es extremadamente compleja, pero para la opinión pública probablemente resulta evidente que los argumentos de los titulares del MP y la Cicig son válidos. Porque, ¿quién podría asegurar el hecho de que la decisión de la jueza Flores no es más un acto reivindicativo de la autoridad que una promesa de justicia? En el fondo, ningún operador de justicia en Guatemala puede presumir de transparencia, porque lo que está dañado hasta sus cimientos es el sistema mismo.

En resumen, quizás la intervención de una corte internacional sea el recurso más adecuado y el menos oneroso mientras en Guatemala se logran desarticular los mecanismos que impiden la impartición de justicia con integridad y transparencia. 

El foro de la vergüenza

Publicado el 16/07/2011

En ciertas ocasiones, es un consuelo saber que nunca cumplen lo que prometen. 
La Conferencia Episcopal puso a los candidatos es una hábil encerrona con la finalidad de conseguir el compromiso de observar los preceptos de la Iglesia Católica antes de tomar decisiones de Estado. Y sin duda tuvo éxito. La mayoría de candidatos –excepto por una o dos respuestas más o menos consistentes con posturas opuestas a ciertas imposiciones del clero- se persignaron, agacharon la cabeza y aceptaron la presión sin chistar.

La foto de portada de Prensa Libre del jueves 14 habla por sí sola: once pretendientes al sillón presidencial con aspecto de inocente pureza en el acto de orar para sellar sus promesas de abstinencia. Abstinencia, claro, en lo relativo a sus decisiones en caso de llegar a la presidencia en temas tan “escabrosos” como el aborto, la salud sexual y reproductiva de la población guatemalteca y la educación sexual para adolescentes.

A medida que transcurría el foro, se pudo ver a Patricia de Arzú predicar contra el divorcio y calificar la homosexualidad como una abominación, a Suger pronunciarse contra los avances de la ciencia en el tema de la fertilización in vitro, a Pérez Molina defender el derecho a la vida y la importancia de la familia, mientras las dos mujeres con mayor formación política, Rigoberta Menchú y Adela Torrebiarte mantenían a duras penas una postura más apegada a las leyes y a los avances en materia de educación sexual y programas de salud reproductiva.

Es importante, en estos casos, subrayar la importancia de consultar las fuentes expertas en estudios sociales. Allí se encuentran los aberrantes indicadores de desarrollo social de Guatemala, entre los cuales destacan de manera abrumadora las muertes maternas y de recién nacidos, la desnutrición crónica que afecta a más de la mitad de los infantes menores de 4 años, los números en ascenso de embarazos en niñas y adolescentes -la mayoría de ellos provocados por incesto y violaciones- así como la falta de acceso de la población más pobre a métodos de control de la natalidad. Estos flagelos son solo algunos de los males provocados por falta de educación y de información sobre los temas del debate.

Lo interesante del foro fue la manera como la Conferencia episcopal puso en evidencia la doble moral de los candidatos. La conclusión obvia es que la vergüenza mencionada en el titular de esta columna no se refiere a la institución eclesiástica –la más coherente del evento, ya que no oculta su posición ni disimula sus objetivos- sino a quienes pretenden gobernar mostrando una ignorancia enciclopédica respecto de las leyes de la República y los tratados internacionales en temas de educación y salud sexual y reproductiva. Y ya que uno de ellos será Presidente, es fundamental blindar al Congreso con un voto cruzado que le impida regresar al país al medioevo.

Un violento despertar

Publicado el 11/07/2011

El asesinato de Facundo Cabral fue el suceso de violencia que colmó el vaso. 
Guatemala está pasando por un momento crucial de su vida democrática. Experimenta el ataque sistemático de grupos criminales con alto poder de fuego, sofisticados sistemas de información y poseedores de todo el dinero necesario para comprar voluntades y conciencias en cualquier instancia y en cualquier momento. A esto se añade un evento electoral plagado de crímenes, acusaciones y dudas sobre la integridad de quienes pelean el privilegio de llevar las riendas del país durante los próximos cuatro años.

El inconcebible asesinato de Cabral nos puso en los titulares del mundo entero desde tempranas horas de la mañana del sábado con un hecho de sangre más, esta vez en contra de un cantautor amable y carismático, pacífico como el que más, amante de la paz, de la vida y del amor.

Es muy triste que el crimen contra el artista argentino constituya uno más de los innumerables hechos de sangre que a diario se cometen en las calles y carreteras de Guatemala contra personas inocentes. Para ser víctimas, basta con el simple acto de subirse a un bus del transporte colectivo, transitar en su vehículo particular o poseer un teléfono celular. O, simplemente, estar en el lugar equivocado.

En la última semana, la ciudadanía se ha visto enfrentada a una cadena de acontecimientos que, a pesar de su obligado acostumbramiento a la violencia, la han dejado perpleja. Entre ellos, la captura del candidato a alcalde por San José Pinula, quien ha sido acusado del asesinato de dos de sus contendientes en la carrera por la vara edilicia y quien probablemente es responsable de otros atentados contra candidatos de ese municipio.

Luego, el ataque a balazos del guardaespaldas de la hija de Otto Pérez Molina contra un policía municipal de Tránsito desarmado, dejándolo gravemente herido y al borde de la muerte, así como una serie de secuestros y asesinatos que jalonan a diario las páginas de los periódicos y los noticiarios en radio y televisión.

No es preciso apuntar que esta es una de las campañas electorales más sangrientas de los últimos 20 años, tanto en el ámbito político como en la vida común de la ciudadanía. La mediocridad de la administración de Álvaro Colom se revela en toda su dimensión en este momento crucial para el país, con un escenario de caos y anarquía como hacía años no se había visto. Ante este panorama, no resulta extraño que algunos candidatos cuya bandera de lucha es la inseguridad, aprovechen la ocasión para demostrar a los electores la necesidad de un gobierno de mano dura. Lo que Guatemala necesita es otra cosa: volver a su cauce democrático. Para ello, el involucramiento de la sociedad es fundamental y el momento no es ahora. El “momento” ha sido siempre. 

La seguridad empieza en casa

Publicado el 09/07/2011

Cuando la promesa principal es seguridad, cualquier tropezón es una caída.

Es de suponer que si el policía de la PMT atacado por un guardaespaldas de la hija de Otto Pérez Molina logra sobrevivir, la acusación será intento de asesinato y las autoridades seguirán el caso hasta sus últimas consecuencias. Este hecho tan desfavorable e inoportuno para la campaña del candidato de la mano dura coloca nuevamente en el tapete el tema de la seguridad privada, la cual en Guatemala ya tiene antecedentes nefastos de abuso y violaciones a la ley por parte de los integrantes de estos grupos armados.

Es importante recordar que las empresas dedicadas a proporcionar servicios de seguridad han sido integradas, en su mayoría, por elementos que pertenecieron al Ejército Nacional y fueron desmovilizados después de la Firma de la Paz. Estas personas no solo tienen entrenamiento en lucha contrainsurgente, sino muchos de ellos pasaron por la escuela de kaibiles, altamente especializada para el combate en situaciones extremas, pero no para tratar con la sociedad civil.

El suceso que involucra a un elemento de seguridad de la hija del candidato se ha transformado muy rápidamente en una ola de descalificación por ser éste, precisamente, el político más identificado con las medidas represivas practicadas durante su pasado castrense y las promesas de mano dura que jalonan toda su campaña proselitista.

Sin embargo, los demás candidatos –especialmente Arzú- harían bien en cuidarse de lanzar acusaciones, porque todos ellos circulan por las calles de la ciudad y por el país rodeados de individuos tanto o más violentos que Luis Corado, el energúmeno que le disparó a un policía de tránsito obviamente desarmado.

Ejemplos de abuso de los elementos de seguridad privada de empresarios, narcotraficantes, políticos y funcionarios hay de sobra. Lo que se debería discutir de inmediato no es si Pérez Molina es co responsable del hecho, sino cómo prevenir y evitar que sucesos así se repitan a diario por la prepotencia de quienes adoptan como propios los aires de poder de sus patrones.

Guatemala no necesita más sangre inocente y esta campaña ya la ha derramado en abundancia. Lo correcto, en estos momentos, sería un acuerdo serio, con iniciativa de ley incluida, que regule de una vez por todas a las empresas de seguridad que, en lugar de ceñirse a los límites que marcan la ley y los derechos humanos, arrasan con ellos con la certeza de gozar de impunidad gracias a la influencia de quienes los contratan.

Esta iniciativa debería surgir de quienes hoy, en una carrera frenética por el poder, solo han demostrado mediocridad, falta de liderazgo y una insaciable sed de poder. Q así convenzan a una ciudadanía hastiada de que existe alguna esperanza de rehabilitación política para este sufrido país.

El valor de ser mujer

Publicado el 04/07/2011

La mujer vive sometida a los prejuicios de una sociedad machista y poco informada. 


Aun cuando nunca falta quien afirme que en Guatemala no hay discriminación por sexo, cualquier mujer en sus cabales y consciente de la realidad de su entorno, puede atestiguar lo contrario. La discriminación no solo existe, sino es uno de los peores males que sufre esta sociedad.

Una de sus principales manifestaciones es la forma como la mujer se ve a sí misma. Incapaz de escapar a las ataduras de la costumbre y educada para considerar esas limitaciones como algo natural e inevitable, termina por ahogar sus propios impulsos de libertad en aras de la aceptación de su grupo social. De ese modo, se preservan estereotipos sexistas tales como la obligatoriedad de ser obediente, servicial y receptiva ante los hombres de su entorno, como una marca de identidad femenina.

Entrenadas desde la niñez en las artes de la sumisión, las mujeres deben superar enormes obstáculos para conquistar espacios propios y, luego, trabajar el doble para demostrar que esos espacios les pertenecen legítimamente. En este proceso el desgaste personal resulta inevitable.

Saco el tema a colación porque en un país con desigualdades sociales tan abismales, es precisamente el sector femenino el primero en encajar los golpes de la desnutrición, la pobreza extrema y la falta de acceso a todos los servicios básicos. El desempleo y la desinformación respecto de sus derechos cívicos y sociales atacan con mucha mayor fuerza a este segmento, sobre cuyos hombros descansa la construcción misma de la sociedad y la educación de las nuevas generaciones.

Me pregunto cuántas mujeres con liderazgo demostrado y aspiraciones políticas han debido renunciar a seguir ese rumbo de participación por presión de sus parejas o sus padres. Cuántas más habrán sufrido el acoso y la violencia de quienes se sienten ofendidos por la sola idea de que una mujer asuma una posición de poder. Y cuántas otras habrán abandonado la lucha porque la disyuntiva era el cuidado de la familia o sus sueños personales.

Son precisamente éstas las condiciones que detienen el desarrollo de un país, al marginar de manera tan perversamente estructurada a una mitad de su población. Es evidente que la equidad de género no es una moda pasajera y muchos grupos organizados de la sociedad civil no cejarán en su empeño de conquistarla. Sin embargo, las barreras, en lugar de desaparecer, son reforzadas cada vez más con especial énfasis en los sectores más pobres de la población.

Que haya muchas candidatas mujeres compitiendo por las posiciones más elevadas no significa un avance en la equidad de género. No cuando millones de mujeres pobres ni siquiera tienen la libertad para decidir cuántos hijos tener.

Un pueblo educado

Publicado el 02/07/2011

La educación ha sido siempre el patito feo de la agenda y del presupuesto nacional. 


El acceso a la educación constituye una de las líneas fundamentales de la propaganda política. Todo aquel que aspire a ocupar la más alta magistratura de la Nación sabe bien que la educación es un tema fundamental para la población, por lo cual se encuentra en el centro de sus promesas de campaña. Sin embargo, también está consciente de las amenazas implícitas en el cumplimiento de tales promesas en caso de ser electo.

Las clases dominantes nunca han querido educar al pueblo. A pesar de que el desarrollo de un país depende de una mano de obra cada vez más especializada y de una ciudadanía conocedora de sus derechos y obligaciones, a los dueños de la tierra y del capital industrial les provoca escozor cualquier iniciativa de gobierno tendente a elevar el nivel educativo y a desarrollar las capacidades intelectuales y cognitivas de las personas.

Es probable que esa resistencia, fortalecida por el hecho adicional de ser estos grupos los financistas de las campañas políticas, sea la causa de que Guatemala esté entre los países con menor nivel educativo de todo el continente, con el agravante de tener también la población infantil más desatendida en términos de nutrición y salud.

No es necesario ser Nostradamus para pronosticar lo que esa situación -combinados los factores alimentación, educación y salud- va a significar para el futuro inmediato de este país. Las elevadas tasas de natalidad vienen a sumarse a los factores negativos, incidiendo de manera determinante en una cada vez menor calidad de vida para un cada vez mayor porcentaje de habitantes.

Cualquier ciudadano que recuerde las campañas presidenciales de los últimos veinte años, ha podido comprobar que los planes de alfabetización, la construcción de infraestructura educativa, la capacitación de maestros y la dignificación de ese gremio han sido postergados prácticamente desde el inicio de cada período presidencial.

Las autoridades siempre han sido elusivas cuando se les exigen respuestas, porque un arranque de honestidad les obligaría a declarar que la marginación de la educación es y ha sido siempre política de Estado.

Un pueblo educado tendría la capacidad suficiente para fiscalizar a sus autoridades, poseería los recursos intelectuales y la información para desafiar al oscurantismo en la ejecución del presupuesto general de la Nación, exigiendo un comportamiento ético a sus representados en el Congreso de la República. Y lo haría en forma masiva, como sucede en cualquier país con una población ligeramente más informada de sus derechos cívicos. Esto porque, como reza el lema de los estudiantes chilenos, un pueblo educado jamás será engañado.

Abramos los ojos

Publicado el 27/06/2011

Un hecho más de violencia que obliga a medir la dimensión del caos. 


La primera noticia del día es un nuevo asesinato. Esta vez, relacionado con una familia que conozco, hijo de una amiga lejana pero querida, alguien que de algún modo toca más de cerca –mucho más- que las estadísticas a las cuales ya estamos habituados y que nos golpean a diario.

Esta es una guerra de todos. La población se ha visto inmersa en una conflagración injusta por innecesaria, absurda por ajena. Y sigue avanzando en esta extraña realidad a pesar de la amenaza que se cierne sobre todos y cada uno de los seres humanos que pueblan este país.

Las cifras solo mienten cuando son manipuladas por intereses particulares. Pero los números de la muerte en Guatemala raramente exageran y muestran en su enorme dimensión la anarquía reinante y la incapacidad de las autoridades para mantener el orden y garantizar el respeto a la vida.

Es extraño que aun cuando proliferan las denuncias de todas las organizaciones de la sociedad civil y de los organismos internacionales que tienen acceso a la información, el gobierno no parece recibir el mensaje. El pais se desangra a golpes, la niñez está abandonada a su suerte y muere por inanición. La juventud pulula dispersa por falta de oportunidades y de políticas públicas adecuadas para generar procesos de integración. Las personas de la tercera edad sobreviven apenas, pidiendo limosna en las esquinas cuando no están vegetando en un rincón miserable de algún refugio, sin medios para subsistir.

Y los criminales hacen de este escenario la base ideal de sus perversas operaciones.

¿Qué pasa con el Ejecutivo? ¿Dónde está la persona que detenta la máxima autoridad? Después de mucho observar su comportamiento vacilante e inadecuado, se podría colegir que el sillón presidencial está vacío por abandono. Que el equipo de gobierno no tiene dirección definida o simplemente espera a las elecciones para largarse sin responder por sus decisiones o la falta de ellas, listo para evadir la responsabilidad histótica que le toca en esta debacle anunciada hace mucho.

Es preciso tomar distancia y alejarse emocionalmente de la situación para apreciar la realidad. Esa perspectiva muestra lo que todos, en la intimidad de su pensamiento, ya saben. Que la institucionalidad de Guatemala será finalmente desarticulada a menos que se le dé un golpe de timón decisivo y oportuno. Que no se puede esperar a que el crimen organizado corone su triunfo en un evento electoral marcado por intereses espurios y una lucha sorda por el poder político y económico. Que de nada sirven las cumbres de presidentes si no se dice la verdad ni se acepta el compromiso de actuar en consonancia con ella. Que ya basta.

Responsabilidad compartida

Publicado el 25/06/2011

Se pierde el impulso entre demandas de transparencia y rechazo a nuevos impuestos. 


El tema vuelve a saltar a la palestra con nuevos bríos, esta vez aderezado con el ingrediente adicional de la amenaza de perder espacios ante la arremetida de los grandes grupos criminales de la región. Aumentar la recaudación fiscal es la demanda reiterada de Estados Unidos y los países cooperantes, no solo con el propósito de incrementar los recursos para combatir al narcotráfico y al crimen organizado, sino para alimentar un sistema eficiente de apoyo a los planes de desarrollo que beneficien a la población más vulnerable.

De lo que se trata es de reducir la deuda de los países de la región, cuyos gobiernos han sido débiles ante la férrea resistencia de los grupos empresariales a tributar de manera más equitativa con el argumento de la falta de transparencia en el manejo de los fondos públicos. De hecho, el argumento continuará siendo sólido mientras no se establezca un control efectivo de la gestión pública por medio de mecanismos eficaces de monitoreo de la inversión y el gasto, así como la posibilidad de fiscalización por parte de la sociedad civil.

El tema del narcotráfico es muy distinto. Los países consumidores nos exigen combatir a los carteles, acabar con la industria de los estupefacientes, destruir las plantaciones de amapola, de cannabis y de coca, destinar gran parte de nuestros recursos en esa lucha desigual mientras ellos mantienen la venta libre de armas y una actitud irresponsablemente permisiva ante el consumo de drogas dentro de sus fronteras.

El escenario regional muestra diferencias significativas entre los distintos países, siendo Guatemala uno de los más afectados por su posición geográfica y su grave debilidad institucional. Es aquí donde se concentra la droga que transita hacia el norte y donde se han establecido las bases de los mayores carteles, favorecidos por una extensa y desprotegida frontera con México, amén de una serie de beneficios adicionales como la falta de radares para el rastreo de vuelos clandestinos, la abundancia de pistas de aterrizaje y la ausencia casi total de fuerzas de seguridad en las regiones estratégicas.

En donde se vinculan los temas de mejor recaudación fiscal y de combate al narcotráfico es en la necesidad urgente de integrar a todas las fuerzas vivas de la nación en una campaña conjunta de recuperación de la soberanía y dignificación de sus instituciones. Para ello se requiere de un gobierno honesto, capaz de convocar a los distintos sectores con una voz única, con el propósito coherente de restaurar el tejido social y consolidar la democracia, condiciones ineludibles para enfrentar el enorme desafío de recuperar el terreno ya perdido por la incapacidad y la falta de voluntad política de las actuales autoridades.

Un mundo feliz

Publicado el 20/06/2011

El deseo, al contrario que el placer, es fuente de sufrimiento, odio e infelicidad. (M. Houellebecq) 


El novelista británico Aldous Huxley publicó “Brave New World” en 1932, la novela por la cual se haría mundialmente conocido. Traducida al español como Un mundo feliz, esta historia de ficción retrata una sociedad utópica en la cual se han erradicado la pobreza y las guerras, pero también la cultura, el arte y la individualidad humana, elementos cuya naturaleza inquisitiva e inconforme impedirían ese estado de paz ideal inducido por el conformismo y la alienación.

La ironía de una sociedad feliz acunada por la uniformidad y la anulación del conflicto personal a partir de la pérdida de la individualidad, fue en su momento el tópico que haría de la obra de Huxley uno de los grandes éxitos literarios de principios del siglo pasado. El cuestionamiento implícito en ella se vería reflejado también en los postulados del marxismo-leninismo encarnados en dos de sus principales personajes, y en el mensaje mediante el cual se propone que la felicidad absoluta para una sociedad radica en ser controlada, en anular sus derechos a decidir sobre la vida personal de los ciudadanos y minimizar de ese modo todo conflicto íntimo.

¿Por qué este mundo feliz nos resulta tan actual en las primeras décadas del siglo veintiuno, casi 80 años después? Porque el sistema económico mundial ha comenzado a borrar fronteras y soberanías, incidiendo en las políticas internas de los países y comprometiendo la vida y el futuro de miles de millones de seres humanos cuya participación en las decisiones que les afectan es prácticamente nula.

Por supuesto, en este mundo (in)feliz no se han eliminado las guerras ni la pobreza. De hecho, nunca el planeta había estado tan sometido a los designios de una cultura de violencia basada en las enormes ganancias de la industria armamentista. Tampoco hubo jamás tal inequidad en la repartición de la riqueza y en el acceso a la alimentación.

Pero lo que sí existe es esa burbuja de poder universal que lo controla todo, desde la propiedad del genoma hasta la riqueza del subsuelo. Y esa burbuja se diluye cada vez más en un concepto abstracto, ajeno a las preocupaciones del ciudadano común, al punto de desaparecer de la escena para convencernos de que somos nosotros, los pequeños habitantes de este mundo, quienes tomamos las decisiones fundamentales de nuestro espacio geográfico.

La conclusión de esta digresión de lunes es que hemos entrado en un proceso de alienación prácticamente irreversible, el cual nos aleja de lo trascendente envolviéndonos con una tecnología que nos alimenta la ilusión de pertenecer al mundo desarrollado y nos quita la vista del entorno de miseria en el cual estamos inmersos. Es ése nuestro “mundo feliz”, la siguiente etapa será la abolición de la cultura.

Pago por participar

Publicado el 18/06/2011

A menos que se legisle sobre el financiamiento de los partidos, no habrá igualdad. 


La única forma de garantizar igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos –hombres y mujeres, ladinos e indígenas- en posiciones de decisión dentro de las organizaciones políticas y en los listados para ocupar cargos de elección popular, es regular de manera efectiva y estricta el dinero que ingresa a las arcas partidistas y las condiciones que estas entidades imponen a sus afiliados.

Una de las razones para la escasa participación femenina en la contienda electoral actual es, precisamente, la poca capacidad de compra de espacios políticos. En una sociedad democrática resulta grotesco que los partidos exijan enormes cantidades de dinero a cambio de un lugar en los listados de candidatos. Eso solo garantiza que el Congreso y las alcaldías estarán condicionados por compromisos ajenos al interés de la Nación y sus iniciativas serán orientadas a pagar los favores de sus financistas.

En Guatemala, el sector más pobre de la sociedad es el femenino y, si queremos ser más específicos, el femenino, indígena y rural. Esto marca una frontera prácticamente insalvable para aquellas lideresas del interior del país capaces de contribuir al desarrollo de sus comunidades pero que no tienen con qué pagar la cuota que les exigen las organizaciones políticas para “hacerles el favor” de incluirlas.

Son múltiples las voces que se alzan en contra de la igualdad de oportunidades para la mujer, oponiéndose de manera enfática al establecimiento de cuotas y de un trato igualitario que le permita a este importante sector tener acceso a cargos de elección popular y a posiciones relevantes dentro de los partidos. Los argumentos abundan, pero la realidad es mucho más elocuente. Con un Padrón Electoral integrado mayoritariamente por mujeres, se espera que en el próximo período habrá menos presencia femenina en el organismo legisativo y casi ninguna en las alcaldías, lo cual actúa en desmedro del sistema democrático que se pretende consolidar.

La influencia del capital –de orígenes conocidos o no- en los procesos electorales, es un tema toral en el momento que vive Guatemala. Dada la debilidad de las instituciones y la falta de control sobre el origen de los grandes capitales, se ha ido delegando el poder político a individuos cuyo único interés es acumular dinero y poder en desmedro del futuro nacional.

Es probable que en Guatemala nunca se haya visto tales cantidades de dinero invertidas en propaganda política, pero tampoco jamás se había observado semejante nivel de pobreza y desnutrición afectando a casi el 80 por ciento de la población. Si esto no habla por sí solo y no convence a los diputados de tomar las decisiones correctas, entonces nada logrará hacerles recapacitar y corregir los errores que tanto dolor y muerte le cuestan a sus electores.