El regreso a clases ¿una decisión correcta?

La niñez es uno de los grupos más vulnerables y menos beneficiados de la sociedad.

La discusión en torno del regreso a clases se plantea, por lo general, desde el interés económico, ya que mientras los padres deban permanecer en casa para cuidar a sus hijos, los países parecen encontrarse en un estado de parálisis laboral casi absoluta. Por ello, los gobiernos en su empeño por regresar a una normalidad todavía utópica, apuestan por la apertura de escuelas, colegios y universidades con la ilusión de haber vencido –o por lo menos reducido- los efectos de la pandemia. Enviar a los estudiantes a los establecimientos educativos permitiría a los padres regresar a sus puestos de trabajo, con lo cual se daría el impulso necesario a la productividad para evitar un total colapso de los indicadores económicos.

Sin embargo, este tipo de acciones afirmativas no necesariamente se basan en los intereses prioritarios de la niñez. Es decir, este segmento de la población resulta, en estos casos, un factor secundario; y los efectos que pueda sufrir al exponerlo a situaciones de vulnerabilidad, suelen ser vistos como consecuencias marginales ante la preponderancia de la puesta en marcha de la maquinaria productiva. En países como los nuestros, la infraestructura educativa es débil y carece, por lo general, de las condiciones de seguridad sanitaria adecuadas. La mayoría de escuelas públicas –urbanas y rurales- en donde estudia el grueso de la población infantil, están desprovistas de recursos para garantizar el bienestar y la salud del alumnado, al extremo de ni siquiera contar con una provisión segura de agua potable e instalaciones sanitarias. En los países menos desarrollados, además, ni alumnos ni maestros cuentan con la tecnología ni los recursos para utilizar una plataforma virtual capaz de reemplazar la presencia física en las aulas, por lo tanto de no acudir a clases quedan totalmente marginados del sistema educativo.

Por otro lado, se plantea la necesidad de abrir los establecimientos educativos con el propósito de paliar los efectos de la violencia doméstica, la cual ha incrementado de manera significativa como efecto del encierro obligado de los últimos meses. Niñas, niños y adolescentes se ven expuestos a un sistema de relaciones familiares que limita su capacidad de defensa ante agresiones físicas, sexuales, económicas y psicológicas en el interior de su hogar. Por lo tanto, el regreso a clases se presenta como una opción interesante entre dos situaciones puntuales de riesgo: la violencia versus el contagio. De acuerdo con datos de World Vision y de ONU Mujeres, los llamados de auxilio por violencia doméstica durante la pandemia han aumentado entre 25 y 40 por ciento en la mayoría de países en todo el mundo, lo cual demuestra la extrema indefensión de los grupos vulnerables: niñas, niños, adolescentes y mujeres.

Esto que hoy revela el ataque sorpresivo de una pandemia capaz de transtornar la vida en todos sus aspectos, es hasta dónde se han marginado los intereses de las nuevas generaciones; hasta qué extremo se les ha convertido en meros instrumentos de campaña política, abandonándolos a su suerte una vez conseguidos los resultados electorales. Las promesas vanas de invertir y priorizar los programas destinados a nutrición, salud y educación han condenado a los sectores más desprotegidos de nuestras sociedades y, por conveniencia de los grandes grupos económicos, los destina a ser un simple vivero de trabajadores mal pagados. La educación es la herramienta más poderosa para alcanzar el desarrollo y garantizar el bienestar en todos los demás aspectos de la vida humana. ¿Abrir o no? El dilema está planteado.

Las decisiones sobre la niñez deben estar enfocadas en su bienestar.

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Amor incondicional

#DíaMundialDelPerro

Desde cuando descubrí, hace ya mucho tiempo, lo maravilloso que es gozar de la compañía de mis mascotas, aquella paz e independencia que consideraba la mejor parte de mi vida dejó de existir y comencé a apreciar la belleza de compartir mi espacio y mi energía con animales. Fue un proceso gradual que cambió mi vida para siempre.

Rosina

Rosina1993

Primero llegó Rosina, una Schnauzer de pura raza que encontré vagando una noche por la calle, sucia y maloliente. No quise apropiarme de ella sin averiguar primero a quién pertenecía. Cuando lo logré -después de una investigación casi detectivesca- descubrí que vivía en la casa de una familia acomodada, sufriendo el maltrato de sus moradores.

Me la regalaron. Era evidente que la bella Rosina se había acostumbrado, en unos pocos días, al cariño que de inmediato nos unió. Vivió a mi lado hasta su muerte.

Salomé y Lindoro

Salomé

Rosina vivía cuando me trajeron a Salomé y luego, de la camada de la perrita favorita de Ingrid Klüssman, recibí a Lindoro. Dos cachorros jóvenes e inquietos que de inmediato pusieron a prueba a Rosina, quien entonces ya había perdido la vista y comenzaba a habituarse a sus limitaciones. Salomé y Lindoro vivieron conmigo durante más de un año, en el transcurso del cual el travieso Lindoro se comió las patas mis sillas y las orillas de mis alfombras. Aunque deseaba conservarlos a ambos, Rosina sufría mucho con sus travesuras, por lo cual se fueron a casa de unos queridos amigos de La Antigua, en donde vivieron muy felices y enamorados.

Dido

La princesa Dido

De los amores de Salomé y Lindoro nacieron 5 perritos hermosos. Encontraron rápidamente un nuevo hogar, pero dejaron atrás a una cachorra negrita como el carbón, a quien nadie prestó atención. Mis amigos antigüeños de inmediato pensaron en mí. Como yo les había regalado a la pareja, era natural que conservara a uno de sus cachorros. La bauticé como la princesa Dido. Era tan pequeñita que encajaba perfectamente en la bandeja entre los asientos delanteros de mi auto. Dido comenzó a crecer y a transformarse en una maravillosa Schnauzer con el brillo de la plata en su pelaje sedoso. Su mezcla de Schnauzer y Yorkshire le dio una prestancia especial. Vivió en casa, consentida como nadie, durante maravillosos 17 años y, de todas mis mascotas, fue la única que llegó sin haber sufrido traumas.

Eneas

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A Eneas lo encontré vagando, también, por las calles de Vista Hermosa. Era una cosa peluda, enredada y pegajosa que saltó dentro de mi auto al nomás abrirle la puerta. Decidí no investigar y me lo llevé a casa. Primero, intenté bañarlo. Me di cuenta de inmediato de su carácter huraño y para no estresarlo más de la cuenta le pedí al veterinario que le quitara los enredos y le diera todo el tratamiento de rigor: vacunas, baño, remedio para las pulgas. Pocas horas después Eneas resplandecía. Pero su carácter -propio del Lhasa Apso, perro vigilante de la región del Himalaya- nunca cambió y aunque fue siempre cariñoso con nosotros y con su adorada Dido, al enfrentar desconocidos se transformaba en una diminuta fiera. Dido y Eneas estaban enamorados y por lógica consecuencia tuvieron a 5 hermosos cachorros, adoptados por amigos amantes de los perros, entre los cuales estaba Enyi, una hermosa perrita igual a su papá. Ambos murieron de viejitos después de una vida feliz.

Blacky

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La muerte de Eneas fue un fuerte golpe para Craig, mi marido. De modo que con la ayuda de mi amiga Lía, comencé a buscar reemplazante. La dependienta de una clínica veterinaria nos informó de un par de Schnauzer que vivían en su vecindario, sufriendo un cruel maltrato. Los tenían en un patio pequeño del cual no salían jamás, totalmente abandonados. Pedimos que nos dieran la posibilidad de adoptar a uno de ellos y le concedimos a Dido, quien todavía vivía, la oportunidad de elegir a su nuevo amigo. Ella fue directa hacia Blacky. El pobre había perdido toda prestancia y mostraba una total pérdida de autoestima. Pocos meses después de vivir con nosotros el cambio era radical, lucía sus rasgos de raza y se erguía con todo el orgullo de su herencia canina. Blacky también cruzó el arcoiris por fallas propias de su edad. Fue un perrito cariñoso y consentido.

Tosca

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Tosca fue un caso extremo. La encontraron encerrada en la casa de unos traficantes de droga al menudeo, en un barrio marginal. Era una perra de la calle que se encontró enclaustrada probablemente por error de quienes hicieron la requisa. Pasó allí más de 10 días, sin agua ni comida, hasta ser rescatada por AMA, la Asociación de Amigos de los Animales. Suzanne Rivera me llamó para contarme de ese caso y me pidió que por lo menos la alojara unos días mientras le encontraban un hogar. Fui a la veterinaria para conocerla y encontré a una perra escuálida, totalmente deprimida. Acepté y la llevé a casa. Fue una época de cuidados intensivos: cirugías, medicinas y un proceso de recuperación de su autoestima perdida. Tosca fue un ejemplo de amor y resistencia. Duró poco más de un año, durante el cual floreció convirtiéndose en una de las perras más bellas que hemos tenido. Fue la prueba viviente del efecto del amor sobre un ser abandonado.

Don Juan

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El hermoso Don Juan fue otro caso extremo. Un día, estando en mi oficina, Julieta Ordóñez, nuestra fotógrafa, vino a buscarme para ir a rescatar a un perro que agonizaba a la vuelta de la esquina. Era un perro grande, con las orejas comidas por las moscas, totalmente raquítico y con pocos signos de vida. Los transeúntes le hacían el quite al pasar a su lado y parecía acercarse rápidamente a su fin. Con Mariana García, otra colega, lo subimos al carro y lo llevamos de inmediato a la clínica veterinaria, en donde lo bajaron en camilla porque no podía caminar. Quedó hospitalizado, bajo un tratamiento intenso, a pesar de que los dos médicos tratantes lo daban por perdido. Nunca he insistido tanto, como en esa ocasión, por salvar su vida. Pasaron los días y fui a visitarlo a diario. Me recibía con una mirada esperanzada a pesar de su debilidad. Diez días después, el doctor Johnston lo trajo a casa porque no podía tenerlo más en su establecimiento. Don Juan aullaba toda la noche y los vecinos reclamaban. Decidimos recibirlo, aunque no sabíamos cuál sería el resultado. Durmió como un bebé esa primera noche, en una caseta instalada en la terraza. A partir del día siguiente durmió dentro de la casa en una colchoneta junto a mi cama y desde entonces comenzó una de las convivencias más hermosas con un perro rescatado. Don Juan, que al principio parecía un callejero cualquiera, comenzó a mostrar toda la belleza de su raza. Era un pastor alemán que llegó a pesar más de 100 libras, con un pelo abundante lleno de brillo y un carácter cariñoso y noble. Fue un perro amado desde el primer momento y vivió a nuestro lado durante 4 maravillosos años. En esta larga ruta de amores perrunos, tengo que agradecer el acompañamiento siempre generoso de la doctora Jimena De Aguirre, quien ha sido una amiga constante en el cuidado de nuestros amores perrunos.

Mimi

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IMG_0865Dido ya no estaba y en nuestro hogar, la paz era perfecta con Blacky y Don Juan, hasta que llegó Mimi. Un día la trajo Suzanne para pedirme que la adoptara. En realidad, no pensábamos en otra mascota; pero al verla, la duda duró lo que un pestañeo. Era tan, pero tan tierna y hermosa que no pude resistirme. Mimi pertenecía a una camada de 9 cachorros que, apretados en una caja de cartón y recién nacidos, fueron abandonados a la puerta de una clínica veterinaria. Mimi era la más pequeña de la camada y nadie la había querido. Su nombre original era Norberta y no dudé ni un minuto en sustituirlo. Se quedó. Y se comió una buena parte de mis alfombras, pero su carácter travieso y alegre nos conquistó desde el primer momento. Mimi fue la única de todos que mostró un fuerte trauma que le impide salir de casa y enfrentar la calle. Tan extremo es su temor -a la calle y a algunas personas- que ha vivido todos estos años protegida contra esa limitación. Sin embargo, aunque le cuesta aceptar a desconocidos, al poco rato se convierte en una perra mansa y cariñosa.

Pelusa

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Blacky ya estaba muy enfermo y débil cuando nos disponíamos a mudarnos a Ecuador. Y falleció justo en esos días. Por lo tanto nos trasladamos con Mimi, sola y sin manada por primera vez, a lo cual no estaba acostumbrada. Entonces, decidimos adoptarle a un o una compañera. Y apareció Pelusa en una feria de adopciones, en el Parque de la Madre. A pesar de que nos aconsejaron adoptar a un macho para evitar la rivalidad entre dos hembras, Pelusa nos conquistó nada más verla. Excelente decisión. Mimi y Pelusa son ahora las mejores amigas y nuestro hogar, una vez más, está completo. Esta larga experiencia con perros rescatados del maltrato y el abandono nos ha regalado las mejores experiencias y jamás nos hemos arrepentido de asumir el reto cuando este se presenta, ya que solo hemos recibido la mejor de las recompensas: el amor incondicional de estos seres maravillosos.

La letra, con sangre entra

Sustitución de paradigmas: el desafío planteado en función de un cambio inevitable.

Las sociedades necesitan reglas, de acuerdo con las cuales funcionan a partir de cierto orden y bajo determinados conceptos. En casos excepcionales, cuando se produce una repentina transformación de los sistemas vigentes o la ruptura de una línea establecida de normas y acuerdos, es preciso repensar los paradigmas –o el cuerpo de creencias, presupuestos, reglas y procedimientos que definen el comportamiento humano en todos los campos: la ciencia, la espiritualidad, las relaciones sociales- con el propósito de no perderse en una situación de caos y conflicto.

Hoy, la comunidad humana necesita reflexionar, como pocas veces, sobre las bases de su relación con el mundo, con sus semejantes y con su propia esencia. Su existencia ha experimentado un sacudón de enormes proporciones y, a pesar de no tener todavía la suficiente capacidad para captar la dimensión de su impacto sobre la vida presente y futura, sabe por intuición que se encuentra en un proceso de transformaciones radicales, aún desconocidas. Para las grandes mayorías es imposible abarcar la visión del bosque; de modo que, para conservar su estabilidad emocional, se enfocan en el árbol más cercano. De este modo, lo inmediato y lo conocido se convierte en una tabla de flotación ante la inmensidad de lo imponderable.

El desafío mayor ante el ataque de una pandemia capaz de poner de cabeza un sistema de vida considerado inamovible y cuyas bases de pronto parecen desaparecer, es comprender la necesidad de crear un nuevo orden de cosas. La crisis actual ha quitado muchos velos y, aunque ya sabíamos que ahí estaban, hemos intentado ignorarlos. Entre ellos, la poderosa influencia de un sistema económico rapaz y perverso, cuyos intereses resultan prioritarios e indiscutibles aun cuando las consecuencias de sus decisiones constituyan el sacrificio de millones de vidas humanas. Un sistema injusto al cual nos hemos plegado por comodidad. Por lo tanto, se nos plantea la urgencia de pensar, analizar, reflexionar y finalmente comprender que nuestro mundo ya no volverá a ser el mismo. Pero, sobre todo, cómo vamos a abrazar y conducir este cambio.

“La letra con sangre entra” o “Escena de escuela” es un cuadro pintado por Francisco de Goya y Lucientes entre 1780 y 1785, en donde el artista español escenifica un modelo de educación basado en la efectividad del castigo. Es, guardando las distancias, aquello que nos ha impuesto hoy eso que llamamos pandemia –conspirativa o no- de la cual deberemos extraer una dura lección: que no estamos en control de nuestro mundo. De hecho, lo que hemos intentado ignorar para tener una vida más gratificante y con visos o certezas de seguridad, hoy nos golpea en lo más preciado de nuestro entorno: la libertad relativa, la familia, la estabilidad económica.

Sin embargo, como de este fenómeno hemos de salir con un surtido de recursos más adecuados para el ejercicio de supervivencia, es imperativo comenzar por el cambio de paradigmas y, muy especialmente, un ejercicio de reeducación indispensable para reforzar nuestra salud mental, sin la cual ningún esfuerzo futuro resultará exitoso. En esta ruta se perderá, posiblemente, la noción de individualidad a la cual estamos tan acostumbrados, para sentar otro paradigma: que vivimos en un mundo de vasos comunicantes y dependemos de manera forzosa de las interrelaciones implícitas en un tejido social dinámico, sin las cuales nos será imposible superar el desafío del cambio.

No importa quién nos gobierne, si sabemos conducir el cambio.

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Guatemala: La dictadura perfecta

El sistema está diseñado para arrebatar al pueblo toda posibilidad de defensa.

Si Guatemala ha cruzado por abusos extremos contra su pueblo, con un conflicto armado interno por más de cuatro décadas y el atroz genocidio contra los pueblos indígenas, hoy enfrenta una de las pruebas más duras y definitorias de su historia reciente. Atrapados en un sistema que no deja espacio alguno a la participación ciudadana, los guatemaltecos observan cómo –gracias a un pacto perverso- las cúpulas empresariales y políticas echan por tierra, con el respaldo del ejército, todo viso de institucionalidad y prácticamente declaran el establecimiento de otra dictadura más a esa historia plagada de delitos contra el pueblo.

El presidente no preside. Es un títere del sector empresarial organizado que ha secuestrado el poder por décadas a través de una entidad desde la cual utiliza toda clase de mecanismos para proteger sus privilegios, a costa del desarrollo del país. Mientras tanto, el sector político se aferra a una ley electoral y de partidos políticos, LEPP, elaborada con toda la intención de impedir una elección verdaderamente popular y democrática de las autoridades; y para garantizar la continuidad de un sistema podrido hasta la médula. De ese modo han sido capaces de retorcer la justicia apoderándose de las cortes, así como establecer pactos con el Departamento de Estado con el propósito de evitar la “amenaza” de un cambio de dirección política hacia un sistema más justo.

El panorama de hoy pone la cereza sobre ese pastel al confinar a la ciudadanía frente a la amenaza de un contagio viral. El pacto de corruptos tiene la mesa servida para ejecutar –literalmente- toda clase de maniobras con la finalidad de eliminar de un golpe la sombra de democracia que aún resiste. El escenario en ese país se asemeja a las peores catástrofes humanitarias de países en guerra. Las inmensas sumas de dinero procedentes del narcotráfico blindan a ciertos políticos contra cualquier intento de depuración y se filtran fácilmente hacia el sistema jurídico con el fin de evitar un intento de frenar sus abusos.

La parálisis ciudadana se ve hoy agravada por la enfermedad y la muerte. Carentes de atención sanitaria de calidad –y, peor aún, carentes del todo en gran parte del territorio- millones de personas están condenadas a su suerte por orden presidencial. El gobierno, incapaz de ejecutar los fondos destinados a atender a la población y establecer medidas de contención contra la pandemia, se declara abiertamente incompetente y la deja abandonada a su suerte. En un país en donde la miseria ha sido política de Estado y en donde más de la mitad de la población infantil padece desnutrición crónica, los efectos del coronavirus se asemejan a un incendio devastador. Solo cenizas quedarán.

El cinismo de los gobernantes –desde los tres poderes del Estado- es una realidad contra la cual no se observa reacción alguna del pueblo, más que la frustración y la ira expresadas en redes sociales. Sin embargo, esa ira acumulada no tiene una salida efectiva debido a la división cultural, social, económica y étnica de la ciudadanía; y debido también a que se la ha privado de acceso a una educación de calidad capaz de prestarle herramientas de análisis. Esto último ha permitido la infiltración de entidades desde las cuales se la ha convencido de que la salvación reside en la fe. Una manipulación espiritual convertida en pingüe negocio para las iglesias pentecostales. Hoy, el pueblo necesita recuperar la dignidad que le han arrebatado durante su historia y para ello requiere valor, pero sobre todo comprender la importancia de su papel en ese proceso.

Un Estado capturado por la corrupción deja de ser legítimo.

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Las dudas elementales

Durante estos meses se ha perdido hasta el disimulo en las trampas del juego político.

A los gobiernos latinoamericanos se les ha caído la careta y muestran el cinismo abierto de su codicia desmedida y un afán evidente de engañar a los pueblos. Ninguno se salva; están en plena competencia ocultando ante la comunidad internacional –extra continental- los resultados de la catástrofe social, económica y sanitaria provocada por décadas de saqueo, privatizaciones espurias y explotación de la clase trabajadora. Esta pandemia ha dejado a la vista el esqueleto del sistema y ya resulta imposible disimular las intenciones detrás de las supuestas medidas para hacer frente a la crisis. Lo más triste del caso es ver cómo algunos profesionales, conocidos por su impecable reputación, caen en esos juegos de malabar político y terminan apoyando a los gobernantes más corruptos.

A nuestras sociedades las han callado con el fantasma del contagio que, aun siendo real, ha terminado por convertirse en un parapeto tras el cual se perpetra toda clase de delitos. Es posible imaginar la alegría de los gobernantes al constatar cómo el pueblo vive callado y temeroso, sin haber tenido necesidad de mover un dedo. O, para más claridad, sin necesidad de mover a sus esbirros anti-choques. Hoy, se divierten viendo cómo los ciudadanos más corajudos vierten su frustración en las redes sociales, lo cual al final del día es una catársis inocua para sus planes de dominación de las estructuras del Estado, las cuales de todos modos ya están cooptadas desde hace tiempo.

Sin embargo, un pueblo sumiso y callado ya no puede ni debe ser parte de este juego, dado que se está rifando la vida y la de su familia y, de no reaccionar ante los abusos de sus gobiernos, será parte del proceso de destrucción de esa democracia que durante décadas le costó sangre y pérdidas humanas. El proceso de convertir a nuestros países en dictaduras setenteras ya está en marcha y las protestas tibias e ineficaces por medio de las redes no tendrán el menor efecto. Por ello, es imperativo comenzar a exigir claridad sobre algunas dudas elementales para ir trazando el mapa actual y obtener alguna claridad respecto –por lo menos- de las medidas contra la pandemia.

Entre las dudas elementales que asaltan a la población y sobre las cuales no se logra respuesta alguna de las autoridades, los gobernantes están en la obligación de responder sobre cuáles son sus planes para controlar la pandemia; el pueblo tiene derecho a conocer los detalles puntuales sobre la ejecución de los abultados presupuestos destinados a tal fin; los encargados de las comisiones específicas para enfrentar la pandemia están en la obligación de explicar por qué en los decesos no se incluye a los contagiados por Covid 19 fallecidos en su domicilio; también es imperativo transparentar cuánto presupuesto han destinado a cubrir las regiones más alejadas de las capitales, en donde la infraestructura sanitaria es prácticamente inexistente.

Por otro lado, tienen la obligación de explicarle a la ciudadanía cómo intentan frenar los contagios cuando los sectores económicos siguen presionando para realizar una apertura tan inoportuna como peligrosa, cuando entidades de la sociedad civil ya han demostrado el incremento del riesgo a pesar de las medidas actuales y cuando cada día es más evidente la falta de pertinencia de las normas impuestas a los sectores más afectados. El pueblo tiene derecho a saber y las autoridades tienen la absoluta e indiscutible obligación de rendir cuentas claras. La participación virtual puede ser un apoyo, pero la verdadera palanca está en demostrar de manera rotunda que con la vida humana no se especula.

Los gobernantes deben explicar lo que los pueblos quieren saber.

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