Una apuesta audaz: Invierno… o las 10 formas de sentir frío

Muchas veces consideramos normal rechazar lo nuevo, desechando con ese gesto conservador la apertura hacia sensaciones y conocimientos que podrían echar por tierra algunos de nuestros más arraigados conceptos.

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Por eso me ha parecido tan valiosa la apuesta del Laboratorio de Danza Contemporánea perteneciente a la Facultad de Artes de la Universidad de Cuenca. Tienes sobre un escenario desnudo y austero a un grupo numeroso de bailarines estáticos. Nadie se mueve, excepto una de ellas. Esperas a ver qué sucede, y nada. Pero a medida que se va desarrollando en una línea de tiempo impredecible, comienzas a percibir, a comprender y a sentir.

No hay posturas clásicas, únicamente cuerpos en una dinámica progresiva, una línea musical que los acompaña y una voz que aporta una textura auditiva distinta. Un espectáculo capaz de escarbar en nuestro concepto de la danza como una de las bellas formas de arte y romper el marco conceptual de la armonía, la forma y el uso de las técnicas a las cuales estamos acostumbrados. A la danza le sucede lo mismo que a la música; nos quedamos en el clasicismo más ortodoxo porque es el que encaja con nuestra percepción de la belleza y no vamos más allá en la exploración de lo nuevo, en la creación de otras formas, otros estilos y otros lenguajes. Por eso esta propuesta es importante.

La audaz coreografía de Ernesto Ortiz Mosquera en su creación Invierno, basada en uno de los cuatro conciertos de Las Cuatro Estaciones, de Antonio Vivaldi –El Invierno, con sus 3 movimientos- ofreció, en sus primeras dos presentaciones, un espectáculo cuya complejidad y armonía escénica representaron un reto interesante para un público poco acostumbrado a los desafíos. La música, parte fundamental de todo el conjunto, fue interpretada por el Ensamble de Música Contemporánea de la Orquesta Sinfónica de Cuenca. Respecto de lo anterior, es importante subrayar que la resistencia hacia las nuevas propuestas no se reduce al público de Cuenca, Santiago de Chile, Bogotá o al de América Latina en general; la visión conservadora también corre por las butacas europeas o asiáticas, porque lo nuevo siempre constituye un esfuerzo; una ruptura de códigos estéticos sólidamente instalados en nuestra forma de percibir el arte.

A propósito de esta especie de tendencia a lo archiconocido, el musicólogo español Miguel Ángel Marín publicó un estudio que lo demuestra. De un lapso de 5 años y 5 mil conciertos celebrados por diferentes instituciones en 283 ciudades de todo el mundo, constató que el 20 por ciento de la programación se concentra en apenas seis compositores: Beethoven, Schubert, Mozart, Brahms, Bach y Debussy. De este círculo privilegiado ninguno de ellos nació siquiera durante el siglo pasado. Es decir, el público aún responde al más puro clasicismo y los compositores modernos deben serles impuestos para darlos a conocer. Algo así sucede con la danza, con la plástica y con toda expresión que escape de nuestro concepto de “lo que debe ser”.

Ernesto Ortiz es un coreógrafo con más de 30 años de experiencia en el ámbito de la danza y desde 2014 está a cargo del Laboratorio Permanente de Técnicas Contemporáneas de Danza y Composición coreográfica. De hecho, esta unidad académica fue creada en esa fecha y la mayoría de los intérpretes de Invierno han sido o son actualmente sus alumnos. Es decir, además de lo novedoso de la propuesta, el riesgo era mayor por depender de las técnicas y habilidades de un grupo joven e inexperto.

Quise saber más y me senté a conversar con Ernesto Ortiz. Sobre la metodología utilizada en la selección de los bailarines, explica:

  • “El entrenamiento es sumamente importante. Es un entrenamiento que no busca “formatear” los cuerpos de una manera específica, no busca construir una sola estética corporal sino más bien intenta aprovechar la diversidad de cada cuerpo para potenciar las capacidades de cada quien. Además, en el proceso de formación hemos tenido la colaboración de maestros que han venido de otros lugares a dar técnicas de creación y de danza contemporánea, de modo que el Laboratorio se ha convertido en un espacio importante para confrontar el trabajo creativo con la rutina de las clases y la parte académica de la carrera. El perfil que buscamos no es de experto en danza ni en teatro, sino de creador escénico, un profesional capaz de alimentarse de ambas disciplinas para escoger de ellas las herramientas que necesita para crear.”

Ustedes, como creadores, han desafiado los cánones tradicionales de la percepción de la danza, ¿cómo ha sido esa experiencia con creaciones anteriores?

-“En mi experiencia como creador, desde el momento en el cual propongo un lenguaje diferente al formato conocido en donde la lectura está previamente dada, el público debe hacer su propia lectura y eso significa sacarlo de su lugar cómodo de espectador en la oscuridad de la sala. El problema se plantea cuando creas, porque la obra tiene que funcionar dentro de ese espacio como una unidad, de otro modo comunicará menos y perderás la atención de la audiencia. Entonces el artista que ofrece una dramaturgia expandida como ésta, tiene el compromiso de hacer funcionar esa maquinaria conceptual para evitar la desconexión con el espectador.”

Quizá lo más importante en el trabajo del Laboratorio de Danza Contemporánea sea el desarrollo creativo con miras a ampliar las perspectivas estéticas de la sociedad a la cual pertenece. Sus propuestas novedosas y de algún modo transgresoras de lo convencional irán permeando en el público, alimentando de ese modo la libertad creativa y las posibilidades futuras para la proyección del arte nacional hacia los grandes escenarios del mundo. Esperamos que así sea.

 

ERNESTO ORTIZ

Ernesto Ortiz

Ernesto Ortiz es bailarín, coreógrafo y crítico de danza. Su obra ha sido de gran influencia en la escena dancística ecuatoriana desde hace varios años. Tiene a su haber más de cuarenta creaciones escénicas y varios premios. Dos libros en los que reflexiona sobre el proceso creativo y sobre la relación entre danza y filosofía, además de su Maestría en Estudios del Arte, lo avalan como un artista que integra la práctica con el pensamiento, articulada y conscientemente.

Ha colaborado como coreógrafo residente e invitado en instituciones del nivel de la Universidad de Harvard (2005), la Universidad de Vassar (2005) y la Universidad de Illinois (2007).

Así mismo ha desarrollado su trabajo en medios impresos, nacionales y extranjeros, tales como Mundo Diners, Conjunto (Casa de las Américas), El Búho, El Sótano, El Apuntador –entre otras-, especializándose en la crítica de artes escénicas.

Actualmente, Ortiz es miembro del Consejo Editorial de la Revista “El Apuntador” y maestro titular de la Facultad de Artes de la Universidad de Cuenca, en las cátedras de Composición y Técnica Contemporánea, Crítica de la escena e Historia  de la danza, dirige el Laboratorio Permanente de Danza y Composición Coreográfica, miembro del Consejo Editorial de la Facultad y co-director del Proyecto de Investigación Artística “Teoría de la forma: estrategias artísticas y teóricas para la superación del canon posmoderno”.

*Para mayor información: ernestortiz.weebly.com

Publicado por El Mercurio https://ww2.elmercurio.com.ec/2018/07/30/una-apuesta-audaz-invierno/

 

Porque te temo, te ataco

El recrudecimiento de violencia contra las mujeres no es más que una señal de temor

Mujeres apuñaladas en Chile en plena vía pública por exigir el respeto de sus derechos reproductivos; mujeres agredidas en Argentina, en medio de su exigencia por el derecho al aborto; mujeres lapidadas en los países musulmanes por demandar la libertad individual que les ha sido negada por mandato religioso; mujeres en Centro América asesinadas por protestar contra la destrucción de su hábitat, contra la corrupción gubernamental, contra el abuso de los dueños del capital; monjas de distintas congregaciones denunciando violaciones sexuales perpetradas por jerarcas de la iglesia católica. Mujeres, todas ellas, enfrentadas a un inmenso poder patriarcal cuya fuerza sanciona cada uno de sus pasos y se apodera de sus derechos para someterlas a una esclavitud naturalizada por las sociedades a las cuales pertenecen.

La ola feminista se erige como una demanda universal por la recuperación de la dignidad y la independencia de la mitad de la población mundial. A estas alturas de la historia, es imperativo comprender sus alcances y su lógica, abandonando los estereotipos tendentes a descalificar sus métodos y objetivos. Algunos escasos focos de equidad en países desarrollados o en comunidades incontaminadas por las ideologías externas representan un ejemplo de cómo las naciones se fortalecen cuando todos sus integrantes alcanzan un estatus similar en cuanto a derechos y respeto por su integridad. Sin embargo, lo prevalente –como comportamiento humano- es la represión de las libertades para el sector femenino, transformada en un mecanismo de defensa y una manifestación de temor del sector masculino ante la posibilidad de verse obligado a compartir cuotas de poder en todos los ámbitos de la vida ciudadana.

Esta lucha –cuyos alcances políticos, económicos y sociales constituyen una verdadera revolución- se ha intensificado de manera rotunda en los últimos años, rompiendo diques y dejando clara la voluntad de las mujeres de no dejarse avasallar; de romper los mecanismos de sometimiento; de batallar contra las injusticias de jueces y magistrados en casos probados de abuso sexual y crímenes en su contra; en fin, de poner un coto definitivo a un sistema que las ha doblegado durante siglos. El momento actual se define con mayor claridad: los asesinatos de mujeres y los ataques contra sus manifestaciones públicas de rechazo al sistema expresan, más que odio, un temor profundo de quienes detentan el poder. Al enfrentar la posibilidad de ser relegados a una posición de igualdad a la cual no están acostumbrados y consideran ofensiva hacia su posición de superioridad en todos los órdenes de la vida, rechazan de manera enfática y con lujo de violencia cualquier intento de cambio.

Los derechos de las mujeres, consignados en las cartas fundamentales de las naciones y en innumerables documentos firmados y ratificados por la mayoría de países, comenzarán a dejar de ser letra muerta para convertirse paulatinamente en realidades concretas. Las nuevas generaciones de hombres y mujeres tienen mucho más claro el panorama y eso representa uno de los grandes avances de la lucha feminista. Su concepto de la igualdad de derechos y obligaciones, la perspectiva de género en sus diversas manifestaciones y el rechazo a la imposición de un sexo por sobre el otro ya forman parte de una perspectiva distinta de las relaciones humanas. Solo falta el salto generacional de sistemas jurídicos de orden patriarcal y de quienes los administran, para que el paso hacia una justicia con enfoque de género se imponga y derrote los estereotipos imperantes en las cortes, despachos oficiales y millones de hogares.

Hace falta un salto generacional en los sistemas actuales de justicia.

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Cuando habla el pueblo

La represión contra los manifestantes nicaragüenses es señal inequívoca de pérdida de control político.

Más de 300 muertos y alrededor de 2 mil heridos ha dejado hasta la fecha la represión en las jornadas de protesta en Nicaragua. Esto refleja la profunda crisis de autoridad del gobierno de Daniel Ortega –el líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional quien derrocó al dictador Anastasio Somoza hace ya 39 años- y marca la necesidad urgente de un cambio en el escenario político de ese país hacia un ambiente de diálogo y consenso, un umbral que ya parece difícil alcanzar. El perfil de las víctimas de la represión habla por sí solo: son jóvenes estudiantes, sacerdotes, niños, adolescentes, hombres, mujeres y personas mayores cuyo único delito es salir a las calles a manifestar su repudio contra el gobierno y sus políticas. Los ataques, de una violencia extrema, han sucedido en distintas localidades de ese país, protagonizados tanto por la Policía Nacional como por grupos parapoliciales.

La comunidad internacional ha expresado un blando repudio por los operativos del gobierno sandinista y a través de sus distintos organismos exige el respeto de los derechos humanos y el cese de la represión. Pero en el conflicto nicaragüense hay mucho más que dos bandos en pugna: existen intereses geopolíticos de enorme poder por parte de Estados Unidos, cuya influencia en la región resulta incuestionable y cuyas tácticas de intervención son ya ampliamente conocidas. Este factor es una de las razones por las cuales algunas organizaciones políticas de izquierda persisten en su apoyo al régimen, amparándose en un discurso desactualizado y rotundamente antiimperialista  cuyos argumentos de corte ideológico no logran justificar la gran debacle gubernamental ni sus acciones represivas.

Es imposible pasar por alto un hecho trascendental en esta lucha desigual: la fuerza y el valor de los nicaragüenses, quienes exponen su vida por defender sus derechos ante un sistema corrupto que ha traicionado los ideales que dieron origen a su plataforma de gobierno. Algo que comenzó con una simple protesta por las reformas a la seguridad social decantó en la exigencia de la renuncia de Daniel Ortega y su equipo de gobierno, saliéndose de los cauces pacíficos para desembocar en un enfrentamiento directo cuyas imágenes abundan en los medios de comunicación.

Existen denuncias de que en distintas localidades de Nicaragua se han producido arrestos injustificados y sin orden de aprehensión emitida por un juez, ciudadanos secuestrados para desaparecer por días sin dejar rastros, apareciendo luego muertos y torturados; familias completas atacadas en sus viviendas por individuos encapuchados, centros de detención saturados de civiles capturados durante las jornadas de protesta. El cuadro actual de la crisis nicaragüense es demasiado complejo como para explicarlo por medio de fórmulas de ideología política o un posicionamiento de apoyo a un régimen que no ha sabido apegarse a los principios democráticos y a sus promesas de fidelidad a la causa sandinista.

La Nicaragua de hoy va en una vía peligrosa que podría desembocar en una guerra civil, escenario propicio para que agentes internos y externos aprovechen el caos para echar por tierra los avances sociales que se hayan alcanzado durante estas cuatro décadas. Esto hace presumir que de no lograrse un acuerdo satisfactorio en un contexto de paz, la estabilidad de Nicaragua tomará años en recuperarse y tendrá un alto costo en sus perspectivas de desarrollo. Para salir de la crisis, un paso esencial es escuchar a su pueblo y atender sus legítimas demandas, para ello de nada sirven las armas ni la violencia.

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Los pañuelos verdes

Las cifras de niñas embarazadas y mujeres muertas por abortos clandestinos exigen una revisión profunda y urgente de los marcos legales.

Las mujeres argentinas han marcado un hasta aquí en uno de los temas más sensibles y controversiales para las sociedades latinoamericanas: el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo –IVE- impulsado por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. El emblema de la organización desde la cual se originó el movimiento hace ya 15 años es un pañuelo verde con una inscripción en blanco que reza “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”, poniendo de relieve una de las causas principales de muertes evitables de mujeres en todos los países del continente.

El proyecto de la despenalización del aborto –ya aprobado por la Cámara de Diputados argentina luego de uno de los debates más apasionantes y reñidos de los últimos tiempos- busca despenalizar la interrupción voluntaria del embarazo en las 12 primeras semanas de gestación y más allá de ese plazo cuando la vida de la mujer está en riesgo, cuando es producto de violación o existen malformaciones fetales graves. El debate, ampliamente difundido, estuvo marcado por intervenciones de carácter científico, ético y jurídico de muy alto nivel, lo cual establece una gran diferencia con las posturas de políticos y miembros de instituciones civiles en otros países, en donde los argumentos excluyen el marco de derechos de la mujer en un contexto real de riesgo de vida, desde una perspectiva de salud pública y derechos humanos.

Los derechos de las mujeres en cuanto a sus libertades individuales han estado históricamente restringidos. No solo desde el seno del hogar, en donde experimenta la mayoría de las agresiones y limitaciones a su desarrollo, sino en todos los estamentos de la sociedad a la cual pertenezca, en donde se le exigen ciertas conductas predeterminadas por un sistema machista enfocado en privilegiar las aspiraciones del segmento masculino: virginidad, sumisión, entrega absoluta a un rol diseñado para garantizar la reproducción en un escenario lleno de mecanismos de control.

Una de las amenazas constantes en la vida de niñas y mujeres es la violación sexual, hecho consumado en su mayoría por hombres de la familia o conocidos y en cualquier ambiente de su entorno, provocando no solo embarazos no deseados sino también trauma psicológico permanente y toda clase de obstáculos a su normal desarrollo. En el caso de las niñas y adolescentes, un embarazo significa un elevado riesgo para su vida porque al no haber alcanzado su cuerpo una plena madurez, no está preparado para semejante trastorno físico y emocional. Sin embargo, la mayoría de nuestros países presentan cifras récord de niñas y adolescentes embarazadas sin la menor posibilidad de interrumpir un proceso de gestación provocado por un delito, porque sus legislaciones lo prohíben a partir de consideraciones de carácter religioso.

Uno de los resultados más notables de lo sucedido en Argentina con este colectivo que ha logrado mover a las masas en la exigencia de una apertura legal sobre el tema, es haber dejado establecida la condición laica del Estado en su toma de decisiones en una sociedad integrada por personas diversas, cuyos parámetros de vida no responden necesariamente a una visión única a partir de una doctrina religiosa.

La marea verde de las mujeres argentinas ha abierto los espacios de discusión con respeto y la decisión muy saludable de acabar con los mitos y los tabúes sobre la sexualidad femenina, sus derechos reproductivos y su determinación de no volver a cerrar esas compuertas. El diálogo con respeto pero, sobre todo, el diálogo informado, es la tarea pendiente para otros países de nuestro continente.

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Los valores relativos

Cuando una reacción ante la muerte marca la diferencia entre humanos.

 En cuanto vi las noticias sobre los niños atrapados en un sistema de cavernas en Tailandia regresaron a mi mente las imágenes de las niñas guatemaltecas quemadas en uno de los “hogares seguros” del sistema de protección de la niñez en Guatemala. Las vi tendidas en las camillas y escuché sus alaridos de dolor y pánico. Vi cómo los representantes de las autoridades de seguridad, supuestos a protegerlas, las observaban con desdén; y también regresaron a mi memoria los rostros angustiados de familiares y bomberos que acudieron a socorrerlas. Muchos vimos y escuchamos a través de los medios de comunicación  las declaraciones contradictorias de los responsables de su seguridad y seguimos el hilo de las noticias, incrédulos cuando las máximas autoridades intentaron endosar la culpa a las víctimas.

Es, entonces, ante la inmensa solidaridad y preocupación por la vida de los niños atrapados en las cavernas de Tailandia -no solo por la ciudadanía sino también por sus autoridades- cuando surgen las dudas respecto de la legitimidad y los valores humanos de quienes tienen a su cargo el enorme peso de dirigir los destinos de un país. Es allí, en los momentos álgidos de las decisiones oficiales en donde se define si una nación está en manos de seres humanos o de una estructura diseñada para explotar a fondo las oportunidades que ofrece la cooptación de un Estado. Es también cuando se marca el abismo entre sociedades, en donde ante una desgracia que afecta a un grupo de niños desaparecen las diferencias entre grupos para unirse con la solidez de la hermandad pura y simple.

Las niñas del Hogar Seguro Virgen de la Asunción tenían tanto derecho a vivir como los niños del equipo de fútbol atrapados en las cavernas tailandesas. La enorme diferencia es que mientras ellas fueron explotadas, maltratadas, víctimas de toda clase de acusaciones injustas y abandonadas a su suerte en un sistema perverso, ellos han sido arropados por una sociedad solidaria y empática, preocupada por salvarlos de la muerte. La comparación vale porque ni unas ni otros tienen culpa alguna por su situación. Ambos grupos de infantes pertenecen a una comunidad humana responsable por su bienestar, su seguridad y su integridad. Cómo se les trate y cuántas oportunidades de tener un futuro pleno y feliz depende de adultos y de las decisiones de gobernantes capaces o no de ofrecerles una vida digna.

Las actitudes revelan mucho. Los alegatos de falso cristianismo y los intentos de ocultar la verdad aun ante evidencias, dice todo respecto de las verdaderas intenciones de una persona. El auténtico valor humano no reside en un discurso machacón y plagado de lugares comunes para evadir responsabilidades, sino en acciones concretas dirigidas a consolidar a las instituciones cuya existencia es vital para resguardar la integridad de la justicia y la vida democrática.

Las niñas del Hogar Seguro, así como las víctimas del Volcán de Fuego abandonadas a su destino, se han convertido en un símbolo para Guatemala. Un símbolo acusatorio, una sombra en la conciencia de quienes, por su posición privilegiada en la cúpula del quehacer político y económico, son los máximos responsables por su seguridad y su vida. Podrán pasar los meses y los años, la memoria histórica no se borrará ni la falsedad de los gobernantes se convertirá en una verdad alternativa. Algún día se hará justicia.

Ninguna mentira dura para siempre; la verdad tiene un poder superior.

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Más allá de las palabras

Los libros son pequeños universos en donde a veces nos perdemos.

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 Algunos de los recuerdos más poderosos de mi infancia tienen que ver con libros. Nací en una casa en donde abundaban y de padres cuyas preocupaciones, muy alejadas del contenido de las lecturas de sus hijas, nos daban total libertad; por eso, quizá, pude encontrarme con autores como Dostoievski a una edad ridículamente corta. Por eso también me adentré en un mundo fantástico en donde –aun sin comprenderlo- tuve contacto íntimo con las infinitas rutas del lenguaje, una aventura capaz de marcar mi vida para siempre.

Los libros me han acompañado desde entonces y tengo algunos tan antiguos como para deshacerse entre mis manos; pero son tesoros capaces de cambiar no solo un estado de ánimo, sino también una perspectiva de la vida y eso los convierte en un recurso valioso para comprender y afrontar los desafíos de nuestro entorno. ¿Cómo, entonces, vivir sin ellos? Sin embargo, millones de niñas, niños y adolescentes apenas tienen contacto con algún texto escolar de mínima calidad y habitan en aldeas y pueblos en donde una biblioteca es un lujo desconocido.

En el transcurso de mi vida he comprendido que aprender a leer y escribir nunca es suficiente, es apenas el inicio de un ejercicio de comunicación vital para el desarrollo humano. Por ello, privar de educación y de lecturas de calidad a la infancia es un pecado político muy caro, porque aquellas naciones en donde la niñez carece de oportunidades y de acceso a la lectura sufren las consecuencias en un marcado retraso de las posibilidades de desarrollo de sus nuevas generaciones. Guatemala es uno de esos países en donde la lectura está vedada para las grandes mayorías, no solo por el alto costo de los libros sino por el establecimiento –de muy antigua data- de estrategias puntuales para mantener a la población alejada de toda fuente de ejercicio intelectual y, por tanto, del desarrollo de sus capacidades ciudadanas en un marco de conocimiento del mundo que le rodea.

En este escenario, entonces, la celebración de la Feria Internacional del Libro en Guatemala, Filgua, representa un respiro importante; una ventana amplia e inclusiva para oxigenar las ideas y renovar el compromiso de compartirlas. Allí, en un ambiente festivo y dinámico de conferencias y lecturas, se produce ese encuentro entre las mentes jóvenes y ávidas de saber con quienes han hecho de la literatura su forma de vida. Lectores y autores en una plataforma de intercambio, cuyo resultado ideal es una cosecha de consumidores de buenos libros y, por ende, de obras que probablemente dejarán una huella profunda en sus vidas.

Filgua es la celebración del libro en un país de poetas, es la fiesta de las letras y las palabras, las ideas y los sueños para compartir. Durante muchos año acudí y algunas veces también participé de esa vorágine de actividades en entrevistas y presentaciones de obras literarias. Tuve el enorme privilegio de disfrutar la compañía y la amistad de autores nacionales y extranjeros de enorme valía y de editores que no han bajado la guardia para continuar luchando por la promoción de la lectura, aun contra los obstáculos de un entorno oficial hostil hacia la educación, la cultura y el arte.

Este año, la XIV Feria Internacional del Libro en Guatemala tendrá como invitado de honor a Francia y estará dedicada a celebrar “El Mundo de Asturias” para conmemorar el cincuentenario del Premio Nobel al escritor guatemalteco. A partir del 13 de julio, Filgua abrirá sus puertas y comenzará su ciclo de actividades. Te invito a disfrutar de esa fiesta literaria.

Cada libro abre tu mente hacia un universo lleno de nuevas ideas.

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