El sentido de la historia

No siempre es posible vivir en la ignorancia del pasado.

 La sociedad centroamericana parece haber puesto un “hasta aquí” a los conflictos armados sufridos durante décadas, en el momento de la firma de sus respectivos acuerdos de paz. Esos protocolos han dado una excusa a los sectores político y económico para poner punto final, pasar la página y comenzar su anhelada reconstrucción del sistema productivo y de la infraestructura destruidos por la guerra, pero han dejado de lado la búsqueda de la justicia, condición indispensable si se pretende acceder al desarrollo social.

Después de la firma de los Acuerdos de Paz quedaron muchos temas pendientes; innumerables casos no resueltos de personas desaparecidas o ejecutadas extrajudicialmente cuyo rastro se ha perdido entre documentos oficiales destruidos, renuencia de testigos, tráfico de influencias y escasa voluntad del Estado para investigar a fondo qué sucedió con esos miles de niñas, niños, adolescentes, mujeres y hombres cuya desaparición ha marcado la vida de familias y comunidades enteras.

El estamento político debe comprender que duelo no se cierra con un simple “archívese y cúmplase”.  La incertidumbre y frustración provocadas por el solo hecho de no saber a quién recurrir para dar seguimiento a una investigación y, muchas veces, incluso para abrir un caso, ha de representar un sólido valladar en la vida de un ser humano, siendo una situación mucho más desesperada aun para quienes ni siquiera pueden expresarse en el idioma oficial y carecen de los medios y habilidades para navegar en la espesa burocracia judicial.

Por ello, la insistencia de algunos grupos en cerrar el capítulo del conflicto armado interno se traduce como una manera muy superficial de desestimar el dolor de los deudos y restar todo valor a las vidas perdidas durante ese oscuro período de la historia nacional.

Para las nuevas generaciones, la recuperación de la memoria histórica es un tema pasado de moda. Ese amplio segmento poblacional constituido una juventud que solo conoce las dictaduras por referencias –cuando algo sabe- y sin ninguna vivencia personal, es el que hereda la responsabilidad de escarbar en los archivos y adoptar como suya una misión que tendría un impacto poderoso en su calidad de vida y en la de sus hijos.

Lo que estas generaciones no han llegado a comprender es que el modo de vida cargado de violencia y desconfianza, marcado por la corrupción y un constante temor a la actuación de las fuerzas de seguridad, proviene de esa historia cuyos detalles a veces les son totalmente desconocidos. Así como también les resultan extrañas la angustia y frustración de quienes todavía persiguen la huella perdida de sus seres queridos arrebatados por la guerra.

Vivir sin conocer el paradero de un hijo, una hija, un esposo, un padre o un hermano no es vivir. El peso del dolor de no saber solo lo puede comprender quien lo ha experimentado. Guatemala no ha cerrado sus heridas y no lo hará a menos que algún gobernante visionario, un líder comprometido con la verdad, comprenda que el futuro seguirá pendiente mientras no se cierren las heridas del pasado.

elquintopatio@gmail.com      

 

One thought on “El sentido de la historia

  1. Solamente conociendo nuestra historia podemos mirarnos de verdad a nosotros mismos como individuos, pero sobre todo como comunidad, para desde ahí construir juntos las sociedades que queremos. Dando vuelta la espalda a nuestra historia, nos damos vuelta la espalda a nosotros mismos y construimos sobre una base falsa y endeble. Muy buena columna, que retrata una realidad de la cual Latinoamérica aún no logra hacerse cargo.

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