Hace muchos años le comenté a Efraín Recinos mi intención de editar un compendio de las columnas sobre arte y cultura que había publicado en El Gráfico y Prensa Libre. Entusiasmado, de inmediato me pidió que se las compartiera para escribir el prólogo y dibujar la portada.
Pasó algún tiempo hasta que lo tuve más o menos armado para entregárselo, lo cual significó una celebración con frijoles negros parados, arroz blanco, ensalada y una botella del mejor vino del mercado. Efraín estaba feliz, quería que a partir de este libro editara los artículos sobre política, derechos humanos, niñez, seguridad… separados en una pequeña colección temática.
Y llegó el día cuando finalmente me entregó las hojas que ilustran esta nota. Con una dedicación exquisita leyó y analizó cada uno de mis escritos destacando de su puño y letra las frases que consideró más importantes, subrayando con bolígrafos de colores los distintos párrafos para hacerme más fácil la lectura y sugiriendo -con esa humildad maravillosa que lo caracterizó siempre- cortar aquí y allá para no hacer tan extenso su prólogo.
Nunca publiqué el libro pero atesoré estas hojas que hoy revelo. Es un primer paso para realizar el plan inconcluso y quizá continuar con esa pequeña colección que con tanto entusiasmo me propuso Efraín aquella tarde.
En cuanto a la portada, me la enseñó un día pero quería hacerle pequeños cambios. Ya para entonces su pulso había perdido firmeza y le costaba trabajar. Nunca más la vi, quizá se perdió en ese caos colorido e intrigante de su estudio.
Ay, qué publicación tan hermosa, tan llena de magia. Ese libro tiene que hacerse realidad. Te lo debés y se lo debés a don Efra. Yo quiero ser la primera en comprarlo.
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Algún día 🙂
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