Los problemas sanitarios no se limitan a una carencia endémica de infraestructura y servicios, están en la vida diaria.
Hay dos momentos críticos en el año para recordar el tema de salud pública. Uno es la temporada de calor, lo que en Guatemala se llama verano pero en realidad es primavera, con su avalancha de turistas a las costas del país; y el inicio de la época de lluvias, llamada invierno pero que en realidad es el verano septentrional.
Este fin de semana se inicia el esperado receso de Semana Santa y miles de habitantes de los centros urbanos se preparan para viajar al interior no importa cómo, para vivir la ilusión del descanso, la diversión y un necesario cambio de rutina. Sin embargo, para la mayoría esto no es más que el preludio de una serie de problemas de salud que podrían evitarse con sólo tomar algunas precauciones básicas.
Los graves niveles de contaminación causados por el mal enfocado y peor servido turismo interno, por ejemplo, constituyen un serio problema de deterioro ambiental en los municipios costeros y también un foco de infecciones por falta de agua potable, exceso de basura, hacinamiento en hospedajes, playas y transporte público y falta de educación de los veraneantes. Todo esto, sumado a la falta de infraestructura para hacer frente a la alta demanda de temporada, conforma un cuadro típico de alerta sanitaria.
Algo tan elemental como baños públicos higiénicos y bien acondicionados es una especie de fantasía irrealizable para cualquier guatemalteco medio. Considerando que estas instalaciones ni siquiera existen en los centros urbanos más desarrollados –de hecho, en la capital brillan por su ausencia- parece absurdo esperar esa clase de servicios en los pequeños municipios cuyo protagonismo se reduce a la semana que recién va a comenzar.
Menos aún puede esperarse de la capacidad de control que el ministerio de Salud Pública ejerce sobre los expendios de comida y bebida, reproducidos como hongos en cuanto comienzan a aparecer los primeros turistas. Un control básico de estos establecimientos daría como resultado una significativa reducción de enfermedades gastrointestinales, intoxicaciones y otras patologías que al Estado le ocasionan costos mucho más elevados que la implementación de un sistema preventivo de vigilancia sanitaria.
Sin embargo, no todo es responsabilidad de la burocracia. Las medidas de higiene y una conducta ambientalmente responsable es una obligación fundamental de la ciudadanía. El manejo adecuado de la basura, por ejemplo, constituye un gesto de convivencia civilizada y de respeto hacia los municipios que soportan cada año la invasión de visitantes. Un poco de cortesía y educación en casa ajena, no cuesta nada. Marzo 27 2010