Recibí una carta…

…que quiero compartir con ustedes. Es de la doctora Karin Codoñer y su manera de describir su Guatemala es un retrato del proceso de degradación que ha sufrido este hermoso país durante los últimos 30 o más años. Es una visión muy personal de una mujer como miles, con una familia y un entorno social con el cual muchos se sentirán identificados. Quizás su percepción no coincida con la de todos, pero es eso: su propia percepción. Los dejo con ella:

Cómo es Guatemala
La Guatemala en la que nací, era una casa con patio enorme, llena de primos con quien jugar, una prima que me pellizcaba, un hermano que me daba tirones de pelo, dos hermanos mayores a quienes perseguir para que jugaran conmigo y buenos recuerdos en blanco y negro, a los que solo le importaban la piñata de colores del cumpleaños o los helados con barquillo.
La Guatemala en la que fui una pequeña niña me daba un Universo de esperanza y en mis ojos inocentes me permitía creer, cuando jugaba trastecitos, que algún día tendría mi propia familia y ¿por qué no? mi propio negocio.
La Guatemala en la que estudié mis primeros años, me permitió correr con botas de hule entre los charcos de agua, regresando a pie del colegio. Si, también jugué con barquitos de papel con mi hermano, viendo ese barco lleno de ilusiones irse por el tragante como presagio de lo que como adultos nos tocaría vivir. Un grito de mi abuela nos regresaba a la realidad y después de la regañada por el uniforme mojado, éramos obligados a bañar nuestra alegría con reconfortante agua caliente y después de “una buena bañada”, según mi abuela, salir a tomar tremendo vaso de leche con café y sentir en cada espacio de la membrana olfatoria, aquel olor a tierra mojada, limpia como nuestras esperanzas.
La Guatemala en la que fui niña, me permitió recorrer en bicicleta “californiana” las calles y cuando estábamos cansados, siempre con mi hermano y compinche, detenernos en la tienda de la callecita a tomarnos medio litro de leche. La leche tan blanca como la inocencia que llenaba nuestras pequeñas almas. La Guatemala en la que crecí fue el aserrín con colores del Nacimiento, ir a jugar a las Posadas mientras las señoras rezaban y tener la felicidad de ver salir el sol en Navidad, jugando con nuestros amigos de la cuadra porque sabíamos que “nuestra calle” era  un lugar seguro.
La Guatemala en la que se estaba terminando mi niñez, escuchaba por radio que la gente se moría, y salió a recibir con gracia una lluvia de papeles que caían desde una avioneta que preocupaba a los adultos pero que para nosotros era un reto llevar a escondidas un trozo de “propaganda” a casa. Esa Guatemala me despertó y me arrebató mi niñez un día, porque entre la gente que moría, quedaba asesinado mi padre, con más de  25 balazos, más aún que los que perforaron a Facundo Cabral. No, no era un cantautor renombrado, pero si era esposo, hijo, hermano y padre de cuatro hijos. Español de origen, adoptado verdadero de Guatemala porque fue de sus primeros hijos en traer una Medalla Olímpica…había sido Míster Guatemala, pero la Guatemala en donde crecí no tiene memoria.
Aún así, la Guatemala en la que me hice adolescente, me permitió ir a la Universidad en camioneta (bus), estudiar sin que me robaran y tratando de reparar con la aguja y el hilo de la fuerza y el coraje, la orfandad que no pedí. Buscar hacer las cosas bien, porque mi país crecía.
En esa Guatemala, fuimos a la sexta y tomamos horchata en el “Café París” o nos compraron botellitas de miel para endulzarnos el alma nuestras abuelas. En esa Guatemala mi mamá y mi abuela trabajaron hasta muy tarde, para sacar adelante a los “cuatro talentos” que todo el mundo decía que éramos. En ese momento, el talento nos servía para patinar en cuatro ruedas por toda la avenida, recogiendo amigos en cada casa, sin más temor que darnos un buen “sentón”.
En la Guatemala en la que crecí, murieron muchos guerrilleros y soldados, como nosotros no éramos ni el uno ni el otro, pudimos jugar en la calle, ir al cine de noche, visitar sagrarios en Semana Santa y por supuesto, ya jovencitos hacer alfombras de aserrín hasta que el sol nos recordó la hora que era pero “eran para el Papa y éramos patojos del Movimiento Católico”, así que la noche y la madrugada nos acogió en una Guatemala sin detonaciones a lo lejos.
En la Guatemala que me hice joven, un cadáver en la calle era inconcebible y si llegaba a aparecer, era noticia durante varias semanas y claro, era la Guatemala de los dictadores y así como mataron ideales, también crearon los tribunales en los que una capucha negra cubría la “seguridad” del juez y se fusilaron muchos hombres por asaltantes, asesinos y violadores. ¿El inicio de la impunidad? Dejo el alegato para los políticos, pero a mí no me asaltaron en la calle, cada quién saque sus propias conclusiones.
Han pasado muchos años, y la Guatemala de mi adultez, fue la de los Acuerdos de Paz, la “era de Gloria” venía para Guatemala. Se convirtió en la Guatemala sin bases militares, con Magistrados de “Conciencia” (¿Quién carajos les dio ese nombre?) y por supuesto  Tribunal Supremo Electoral y  para que se queden con la boca abierta: ¡Una Corte de Constitucionalidad! Y Guatemala entró en la era “democrática”, pujante y moderna…A finales del Siglo XX.
La Guatemala en la que eduqué a mis hijos, se ha desensibilizado. Un cadáver no es noticia porque hay 20 diarios. Asesinan a un político, a un empresario importante y se mueven los Comités de Ciudadanos por un mes hasta la próxima Copa de futbol. Claro, se decapita a 20 personas, pero “como son campesinos”, no son noticia ni le da vergüenza a la nación como el día de hoy. Esos padres fueron decapitados en frente de sus hijos y es aberrante que no haya sensibilidad ante eso, pero los narcotraficantes, financistas de campañas, ya hicieron de la frontera su territorio y se nos ha olvidado cantar con el alma:” Si mañana tu suelo sagrado lo amenaza invasión extranjera, libre al viento tu hermosa bandera a vencer o a morir llamará”… Y ¿Cómo lo vamos a cantar con el alma si ya no se les enseña a los niños?
Hoy tenemos la terrible vergüenza de haber sido el último cielo que vieron los ojos de un trovador de la paz extranjero, que solo nos trajo amor en sus canciones y nos hacía temblar con sus frases con acento gaucho, y lo más difícil de todo es que es la Guatemala que no va a hacer nada porque está en manos de los anencéfalos políticos de mi generación.
Guatemala no somos los asesinos cobardes, iletrados haraganes, que ven más fácil ganarse el pan con una pistola que estudiando en la Universidad que tiene un costo de menos de 300 quetzales al año. No somos los políticos farsantes que quieren dirigir nuestra seguridad mientras tienen a su familia viviendo en Miami. No somos los oportunistas muertos de hambre que nunca en su vida pudieron comprar una horchata por su trabajo y ahora desperdician en esas bocas incultas que solo saben ordenar muerte, un Ribera del Duero. No somos el discursito ni la demagogia, no somos los más ricos a quienes no les importa a quién asesinen porque están exentos de impuestos y se trasladan en helicóptero.
Guatemala es una serie de personas buenas, educadas, trabajadoras, que están educando a sus hijos con el temor de no verlos regresar un día. Si, en este país hay gente buena pero no para pelearse por un estúpido dominio de losbuenosomosmas.com. O querer poner cómo marca registrada de un partido el lema “Dios, Patria y Libertad” (Me da vergüenza ajena tanta ignorancia, disculpen hermanos dominicanos). Habemos gente buena y valerosa que estamos de rodillas y que estamos siendo llevados como “corderos al matadero”, sin pronunciarnos ante tanta impunidad.
La Guatemala en la que me eduqué, me enseño a declarar mi sentimiento de impotencia y en heredarles a mis hijos la educación necesaria para que no sean corderos.
Así como yo, somos miles, sometidos por una minoría. Una minoría que está estafando los sueños de mis hijos y los suyos. Que les está robando la inocencia y enseñándoles que un cadáver en el asfalto en un estorbo para el tráfico. ¡Tengo un nudo en la garganta, un Cancerbero en el alma y un trombo en el corazón!
No conozco  políticos. Si sé que en el Facebook de uno de los candidatos a la Presidencia,  escribí que le hacía gratis un Plan De Marketing Estratégico para llegarle al corazón de los votantes y cambiar el destino del país, y un Plan para sacar a la niñez de las calles porque en un semáforo se nos acercaron, son pequeñas sombras, más sombras que niños y mi hijo de 16 años me dijo ¿Mama qué puede hacer uno para qué esto no pase? Y me da vergüenza que él me mire no hacer nada  y los brillantes asesores, que abren esas páginas para “comunicarse con el pueblo, no leen los comentarios, ni para darles un “like”.
Escribo porque la prosa es mi desahogo y porque en mi red hay extranjeros (Perdón de corazón amigos argentinos) y queridos amigos: Guatemala no es solamente la barbarie que han visto en este día aciago en las noticias. Yo por mi parte voy a defender a mi familia. Les enseño a mis hijos que morir asesinado no es la norma, que deben educarse y ¿Porqué no? Su generación rescatar al país de las calles bañadas con sangre y  rescatar  el cielo azul que vieron los ojos de Facundo Cabral por última vez…Es tu enseña pedazo de cielo en que prende una nube su albura, y ¡ay! de aquel que con ciega locura sus colores pretenda manchar. Pues tus hijos valientes y altivos, que veneran la paz cual presea, nunca esquivan la ruda pelea si defienden su tierra y su hogar”.
Karin Codoñer

Los monstruos interiores

Publicado el 30/07/2011

El debate ideológico debería prevalecer por encima de insultos y descalificaciones. 
Esta campaña proselitista se ha caracterizado por el machismo, el fundamentalismo religioso, la descalificación, el insulto racista y una agresividad enfocada en las diferencias entre uno y otro contendiente. En lugar de haberse convertido en un foro multiétnico, multicultural, pluralista e incluyente, es una arena en donde se hace gala de la peor batería de ofensas.

Sin embargo, hay una persona que se ha llevado la peor parte en este intercambio de malas vibras. Ella es Sandra Torres, candidata por el partido oficial, en quien se ha concentrado un inusual torrente de insultos en la escala completa de tonos, desde lo más ofensivo y sexista hasta el comentario velado destinado a destacar su extracción de clase popular como uno de sus peores defectos.

Es indudable que la señora Torres ha cometido casi todos los errores del catálogo: ha actuado con arrogancia, ha intentado concentrar el poder del Ejecutivo sin tener las credenciales para ello, ha demostrado inconsistencia entre su discurso y su actuar al rebajar los valores familiares a un asunto de conveniencia política y, aun divorciada del actual Presidente, utiliza los recursos del Estado en su campaña proselitista.

Por otro lado, ha demostrado mucha más capacidad intelectual y de trabajo que su ex marido, ha implementado programas interesantes que han tenido éxito en otros países del continente y ha sabido rodearse de un puñado de incondicionales, habilidad que la mayoría de sus colegas políticos envidian en silencio.

Es decir, son muchos los argumentos de peso que podrían dar a sus oponentes las herramientas para combatirla con armas más inteligentes. Sin embargo, el recurso del insulto parece haber tenido más arraigo entre los partidarios de otras opciones. La han llamado de todo, desde prostituta hasta arrimada, shuma y ordinaria. En ningún momento se ha visto un giro en esta degradante manera de oponerse a sus ambiciones, que no sea con epítetos ofensivos. Y esto, de algún modo, ha marcado el tono de la campaña retratando a una buena parte de la ciudadanía urbana y de clase media como una masa inculta, incapaz de entablar un debate de altura.

En el fondo, parece ser que el fantasma de la Navidad pasada tendría mucho trabajo si se pusiera a recordar a quienes alebrestan a sus huestes sobre sus propias fallas, errores, violaciones a la ley y otras minucias que podrían ponerlos en su lugar. Toda sociedad tiene sus fallas, pero aquí el deporte nacional parece ser escupir al cielo y esperar a que caiga en el terreno del vecino. Los ataques en contra de Sandra Torres deben evolucionar hacia una oposición racional, meditada e inteligente. Al final de cuentas, si participa o no, es algo que no se va a dilucidar con la lapidación verbal, recurso nada constructivo en una sociedad democrática.

De versos y de luces

Publicado el 25/07/2011

Entre la injusticia, la impunidad y la corrupción, un rayo de luz.
Entró erguida y segura con su melena negra, la sonrisa en los labios y la mirada alerta. Es una tarde en la Feria del Libro para presentar Fragile come l’Amore, traducción al italiano del más reciente poemario de Luz Méndez De la Vega, una de las literatas más asombrosas del firmamento cultural hispanohablante.

El poemario está dedicado a Pablo Neruda y me habían pedido –quizás también por ser chilena- hablar sobre el lado feminista de Luz. Tras pensar en la tarea y revisar su extensa hoja de vida, decidí comenzar con un trozo de su monólogo Aquel vestido de terciopelo y encaje cuyo contenido es hoy tan actual como cuando ella lo vivió:

“Y así, empezó a asfixiarme la corona de la virtud y del pecado. Sobre todo cuando las tías influyeron en mamá, para que me enviara a un colegio de monjas. Fue esa la prisión más dura que una niña puede soportar. Porque yo de apenas nueve años, estaba enteramente en sus manos.(…) en sus castigos de encierro a oscuras en un cuarto, con miedo a ratas y arañas.(…) a sólo pan y agua y sin que mis compañeras tuvieran permiso de hablarme.”

¿Sería entonces cuando Luz se volvió feminisa, libertaria y defensora de los derechos humanos o simplemente traía el gen? Difícil saberlo, sobre todo desde la perspectiva actual de su obra poética, una de las joyas brillantes de la literatura guatemalteca.

Luz ha escrito mucho y lo ha hecho bien. Ha trazado una ruta coherente, dibujando la línea de su pensamiento de manera magistral, y lo ha hecho con palabras. Algunas veces en versos y otras en una prosa sugerente y bien estructurada, pero también en artículos de opinión y en sus cátedras, desde los cuales ha mantenido la posición definida de su espíritu rebelde y combativo. A lo largo de su carrera, han sido su convicción feminista y su sensibilidad humana las piedras angulares de su actitud frente a la vida.

Independiente a secas. Ni mucho ni poco, simplemente con la independencia como un valor absoluto, Luz Méndez De la Vega ha demostrado su enorme valor al enfrentar con esa espada en mano y amparada tras el escudo de su intelecto, un mundo lleno de recelos y plagado de prejuicios sexistas, en una época y un país poco proclives a reconocer los derechos de la mujer.

Ser feminista en Guatemala a mediados del siglo pasado no estaba de moda. De hecho, debió verse como una violación a las normas sociales y, peor aún, morales de la época. Lo que hoy consideramos derechos, en esos tiempos eran trasgresiones y Luz desafió de frente a una sociedad pacata y represiva.

Tal como afirmé el año pasado en un acto similar, no debemos voltear la página sin subrayar la trascendencia de la vida, la obra, la relevancia del legado y la profundidad de la huella de Luz en este mundo de tantas contradicciones.

¿Cómo decía? Impuni…¿qué?

Publicado el 23/07/2011

La experiencia de los ciudadanos es más determinante que la sensibilidad de los jueces.
Los jueces cometieron un error de cálculo al reaccionar con el hígado a los señalamientos del titular de la Cicig respecto de la corrupción en el sistema de justicia, una de las principales causas del debilitamiento del estado de Derecho en Guatemala.

Dall’Anese no tuvo que mover ni un dedo para recibir una avalancha de muestras de respaldo. En este escabroso tema, no solo las organizaciones civiles, también los ciudadanos comunes tienen suficientes evidencias de vicios y actos anómalos en los procesos como para unir su voz en la demanda de depuración del organismo judicial.

La trascendencia de los casos que se ventilan en los tribunales, entre los cuales están algunos de los de mayor impacto, amerita un tratamiento serio de las dudas generales respecto de la imparcialidad de las sentencias y la honorabilidad de los funcionarios a cargo. Para nadie es un secreto la manera como se conducen algunos profesionales del Derecho cuando acuden a la torre de tribunales: se quitan el Rolex y lo introducen en el bolsillo para no arriesgarse a perderlo o, en el mejor de los casos, para usarlo en la negociación de ciertos privilegios. Y no es un tema oculto sino, aún peor, es motivo de broma entre colegas.

En este escenario, es evidente que quienes ejercen su profesión de manera recta y dentro del marco de la ley, están en enorme desventaja. Y lo mismo aplica a jueces cuyo comportamiento es transparente y apegado a las normas jurídicas, por encontrarse rodeados de una cadena de actos irregulares que desvirtúan su propio actuar. Por lo tanto, no se trata de despotricar contra los señalamientos de un funcionario internacional cuyo mandato es, precisamente, desarticular los mecanismos de la impunidad, sino sumarse a los esfuerzos por acabar con este estado de cosas y consolidar el imperio de la ley.

En las condiciones actuales de impunidad –recuerden, señores jueces, que se eleva a más del 85 por ciento de los casos- es muy fácil señalar a otros. Pero ese es el camino más directo hacia el estancamiento y la pérdida de terreno frente a organizaciones criminales muy eficaces en el trabajo de socavar los cimientos de la Nación.

Si lo que necesita esta joven democracia es reforzar su estado de Derecho, el primer paso es depurar el sistema de administración de justicia en todas sus instancias. Para ello, no se trata solamente de revisar expedientes y señalar a determinados jueces, sino también reestructurar a la Policía Nacional Civil, capacitar y dar apoyo logístico a los fiscales del Ministerio Público y de ese modo facilitar la impartición de justicia sobre bases más sólidas. Las expresiones destempladas y las demostraciones de honor mancillado están, en este contexto, completamente demás.

Hace cuatro años, tal como hoy

Publiqué esta columna en agosto de 2007, para la campaña pasada, y sigue siendo actual. Por lo general, detesto volver sobre temas ya publicados, pero esto resulta muy interesante:

El quinto patio

Niños y candidatos

Otro eslabón de una interminable cadena de políticos ávidos de alimentar sus ambiciones con las terribles carencias de la gente. 

Hay temas que jamás se tocan en una campaña y otros que, si los políticos tuvieran una pizca de vergüenza, jamás deberían abordar si no tienen la voluntad de trabajar en ellos una vez asumido el cargo. Uno de éstos es el de la infraestructura escolar y de salud.

Apenas ayer, escondido entre cientos de mensajes-basura que entran a mi correo electrónico, llegó uno que reproducía noticias del interior del país. En él se menciona específicamente el lamentable estado de algunas escuelas como la de San Juan Atitán, Huehuetenango, la cual se encuentra a punto de colapsar por el deterioro ocasionado por las lluvias, más una falla en el terreno donde se encuentra. De ahí, dicen, evacuaron a más de 500 alumnos.

Y continúa la nota describiendo el desastre de otros establecimientos escolares a punto de hundirse bajo el peso de sus paredes húmedas, sus grietas nunca reparadas, la desidia de los gobiernos que se alternan en el poder que sólo dan más a quienes más tienen, olvidando que el piso se les hundirá –igual que las escuelas- por la peligrosa presión de la injusticia social.

Los candidatos no parecen darse cuenta del impacto negativo que causa su actitud triunfalista, sus besos en las mejillas de niños hambrientos, las palmadas en la espalda de los caciques de pueblo y sus caminatas blindadas de guardaespaldas armados hasta los dientes, mientras se caen las escuelas.

Todos los presidentes de los últimos veinte años han pasado por lo mismo y ninguno, ni siquiera aquellos aparentemente comprometidos con el rescate de la patria y las obras sociales, los derechos humanos o la lucha por consolidar la tan manoseada y nunca vista democracia, han movido un dedo por cambiar de raíz la miseria en la cual se desenvuelve el trabajo de los maestros y donde mueren las esperanzas de miles de niños.

Sin embargo, han cerrado los ojos cuando sus huestes vacían las arcas nacionales, han autorizado transferencias obscenas de dinero a un ejército cuya razón de existir es un tema pendiente de discusión nacional, voltean la cara para no comprometer su lealtad hacia una clase poderosa que continúa evadiendo impuestos, pero niegan recursos a los programas de salud sexual y reproductiva, a los planes de construcción y reparación de escuelas y de centros de salud, así como a todo aquello que represente un paso adelante en el desarrollo general de la nación.

Por eso es repugnante verlos repartiendo besos a diestra y siniestra. Porque es una escena repetida, absurda y barata, ofensiva para quienes, como esos niños de San Juan Atitán, Huehuetenango, perderán su escuela y se quedarán sin nada.