El reflejo de un mundo de esperanza más allá, más abajo, en donde se afirman las raíces de esta humanidad recién nacida.
Hace unos días fui a desayunar con un amigo. El restaurante estaba lleno a reventar tocaba hacer cola para entrar, es una belleza italiana donde se come bien y a gusto. Se volvió nuestro restaurante favorito para los desayunos, la mujer que atendía las recepciones me dio un número, era el 60 y apenas iban por el 35.
Cuando regresaba con el número en la mano vi a un hombronazo prieto azabache, de esos negros tirándole a azul petróleo, con los músculos torneados al natural, un escalofrío helado recorrió mi espalda cuando nuestras miradas se encontraron. Tenía un bebé en los brazos y otro niño lo abrazaba. Estaba parado justó atrás de mi amigo, lo saludé y tomé la mano del bebé del que me enamoré al instante. Le pregunté qué número tenían y me dijo que el 40, desahuciada le conté que nos había tocado el 60. Tenía algo…
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