Publiqué este artículo en febrero de 2005 y de pronto lo encontré, escarbando -literalmente- entre mis archivos. Casi nunca lo hago, porque pienso que podrían influenciar mi visión del aquí y ahora, pero en realidad de vez en cuando vale la pena dar un paseo por el pasado. Se los comparto:
Una canción encontrada por pura casualidad puede hacer la diferencia después de un día de trabajo.
Te ves cansada, dijo. Tengo que escribir mi artículo del sábado y me siento demasiado agotada para pensar… Escucha música y eso te ayudará. Me alcanzó un par de audífonos y con ellos en la mano me fui directo a la computadora. No creo que me ayuden, pensé, pero nada pierdo con probar. Pocas cosas hay tan desalentadoras como una página limpia cuando la mente está en blanco.
Escogí una canción al azar y mi cabeza se llenó de un ritmo lento y monótono: “Tengo una idea dando vueltas desde hace tiempo, cómo es posible que el progreso sea tan violento”…”Una flor, un árbol, un aroma, los pajaritos, son valores que se van perdiendo de a poquito, ay…”..”Sálvese quien pueda…”
Y poco a poco fui recuperando la fuerza y la indignación. Primero recordé los más de 500 millones robados por Portillo…(¿debería decir “supuestamente” para cumplir con lo políticamente correcto?). Y él está ahí, al alcance de la mano, en un país con pretensiones de nación democrática y progresista, pero sospechosamente anuente a mantenerlo protegido en su impunidad por obra y gracia de un sistema que no funciona porque a nadie le interesa hacerlo funcionar, menos por quienes tienen el poder para ello.
Y mientras él y sus amigos dilapidan la fortuna ajena en placeres baratos –ni siquiera son refinados- los niños del relleno sanitario buscan desesperados un medio de conseguir alimento, porque desde el incendio no los dejan regresar a escarbar en la basura.
Y mientras la voz adolescente de Juana Molina me recordaba a la de Violeta Parra, “las frutillas, los tomates, ahora no son tan ricos, porque les pusieron qué se yo qué gen maldito… Antes las rosas eran espinosas y perfumadas, ahora no te pinchan pero tienen olor a nada… Sálvese quien pueda…” vino a mi memoria el tema del maíz transgénico metido entre otros productos como ayuda alimentaria por organizaciones internacionales para taparle el ojo al macho, como dicen, para pasar por benefactores cuando en realidad usan a nuestros países como botadero de la basura producida por sus grandes compañías.
Y así como en los años sesenta América Latina estaba invadida por supuestos programas de ayuda estadounidense, los cuales eran simples maniobras para analizar el efecto de sus productos en esa especie de ratas de laboratorio en que convirtieron a nuestros pueblos, ahora también los gobiernos débiles y dependientes abren sus puertas y sus leyes para dejar entrar capitales y productos que sólo dejan desolación y miseria.
Todo eso me vino a la mente y aunque el cansancio no desapareció, por lo menos me sentí menos impotente cuando por fin pude terminar esta última frase.
elquintopatio@mac.com